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En aquella época, bueno será que le advierta, que me complacía en andar muy lechuguino o sietemesino, como ustedes dicen ahora, cosa que tenía siempre escamada a mi pobre mujer. ¿Para qué te compones tanto, hombre de Dios? ¿Vas de conquista? ¡Quién sabe! contestaba riendo y dejándola un poco enojada. No es malo tener a las mujeres un si es no es celosas.

Y después me encontré en mi cuarto, adonde Roberto me había llevado. ¿Cómo describir mi espanto cuando reconocí en el espejo mi cara descompuesta, cubierta por el sudor de la angustia, la carcajada que solté, el horror que me causó mi propia risa, mientras que, desfalleciente, oía resonar en mis oídos el deseo, repetido por todas partes por mil voces celosas que se reían burlonamente y cuchicheaban: «¡Oh, si ella muriera

Los seres modernos que nos hemos vuelto, las personalidades perfectamente vivientes que se mueven en nosotras, no pueden ir con entusiasmo al matrimonio tal como le comprenden las costumbres provincianas estrechas y desconfiadas, malévolas, celosas y tiránicas.

En aquella época, bueno será que le advierta, que me complacía en andar muy lechuguino o sietemesino, como ustedes dicen ahora, cosa que tenía siempre escamada a mi pobre mujer. ¿Para qué te compones tanto, hombre de Dios? ¿Vas de conquista? ¡Quién sabe! contestaba riendo y dejándola un poco enojada. No es malo tener a las mujeres un si es no es celosas.

El casamiento había sido fijado para dentro de un mes; deben hacerse, pues, sin retardo y apresuradamente todos los preparativos. Los ramos de la señora Prevost llegaron regularmente cada mañana; los encajes, las telas, los dijes afluyeron en seguida y fueron expuestos noche á noche en el salón, á los ojos de las alborotadas y celosas amigas.

En aquella época, bueno será que le advierta que me complacía en andar muy lechuguino ó sietemesino, como ustedes dicen ahora, cosa que tenía siempre escamada á mi pobre mujer. ¿Para qué te compones tanto, hombre de Dios? ¿Vas de conquista? ¡Quién sabe! contestaba riendo y dejándola un poco enojada. No es malo tener á las mujeres un si es no es celosas.

Aquella noche doña Feliciana echó sus cuentas y resolvió que, apenas amaneciese Dios, debía depositar su dinero y alhajas en casa de un comerciante de proverbial honradez. Pero sus celosas cavilaciones por un lado, y por otro sus cálculos rentísticos, la quitaron el sueño, y en ello tuvo no poca ventura.

Tenía necesidad de encontrarse a solas y de pensar mucho en las celosas aprensiones que las palabras de su madre habían despertado en su espíritu.

Llamamos particularmente la atención de nuestras dignas y celosas autoridades para que con ocasión del nombramiento del nuevo Datto Amirol, paso grandísimo que hemos dado para nuestro porvenir, se estudie la manera de nombrar una comisión que pacíficamente explore esos caminos y esa laguna, la más rica de cuantas hay en el Archipiélago filipino, pues aunque no ha entrado la civilización en ella, produce para exportar más de 15.000 picos de arroz y más de 14.000 de café, y contiene en su contorno más de 100.000 almas.

Zuheros y Doña Mencía, esta con su castillo, aquella al pié de una elevada cordillera de rocas y montañas, conservan celosas la memoria de un alcaide, Diego de Cabrera, y de un señor, Alonso de Córdoba, que se coronaron de gloria en la prision del rey chico de Granada.