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Todo se arreglará indicó doña Lupe en tono conciliador , si consigo quitarte de la cabeza esas humaredas. Porque tienes sentimientos honrados, tienes buen juicio... Pero siéntate. Me da fatiga de verte en pie.

Entonces éstas vuelven á presentarse violentas, á grandes borbotones, como los hirvientes manantiales que las despiertan. Humaredas, vapores sulfurosos, aire embriagador de la comarca, todo esto aseméjase al aura que hinchaba, turbaba á la Sibila y la forzaba á hablar. Es una erupción de nuestro cuerpo que hace salir afuera lo que más empeño se hubiera tenido en ocultar.

Era un cono volcánico altísimo que emergía en mitad del estrecho, y á cuyo pie existían lagos alcalinos, humaredas sulfurosas, aguas termales y construcciones prehistóricas de grandes bloques, semejantes á las de Cerdeña y las Baleares. Los buques que iban á Túnez y Trípoli tomaban cargamento de pasas, única exportación de esta antigua colonia fenicia.

Este enternecimiento le recuerda los melancólicos pesares que conturban su alma hace algún tiempo... Un grupo de árboles bajo los cuales hacen la siesta los leñadores después de haber comido; un pueblecillo en que se oye el toque de misa matutina y en que tenues humaredas se deslizan por encima de las techumbres de teja; una casuca campesina con sus ventanas abiertas en que flotan cortinillas blancas, puesta la ropa a secar tendida en la valla y cubriendo la suave colina la viña y el huerto... Todo eso le induce a dulcísimos ensueños de vida rústica.

Hacía buen tiempo, tocaba casi el sol ya el horizonte, algunos celajes diseminados proyectaban sombras en las amarillas mieses de la llanura y leves humaredas se desprendían á trechos en los pueblecillos. Los tres condes estaban de buen humor. Hasta entonces sus inmensos dominios no habían tenido exactos linderos en la montaña.

¡Oh, la mística paloma de las pálidas canciones! A través de nausebundas humaredas, por encima de campiñas que atraviesan las veredas, entre el ronco estremecer de los cañones, entre el trueno de las turbas que fatídicas vocean por encima de sepulcros y de alfombras funerarias, suspirando sus plegarias, va esfumándose su vuelo, y se aleja con sus alas de los mundos que pelean y se acerca con sus ansias a las cúpulas del cielo.

El vecindario se refugiaba en ellas cuando las humaredas de los vigías avisaban un desembarco de piratas de Argel. Siguiendo las sinuosidades del promontorio, existía una fila de torres rojizas, cada una de ellas con otras dos iguales á la vista. Esta fila se prolongaba por el Sur hasta el estrecho de Gibraltar y por el Norte llegaba á Francia.

Poco más adelante, enfrente, se ven doce altísimas rocas, alegres á la vista, excediendo naturaleza á la hermosura del arte. Aquí empezaron los Guaycurús á encender fuegos y hacer humaredas, que son los correos volantes para avisar á los pueblos circunvecinos de que andan por allí enemigos.

Cuando las atalayas de la costa anunciaban con fogatas o humaredas un barco de moros, de todas las alquerías de la parroquia corrían las familias hacia el templo, los hombres cargando su escopeta, las mujeres y niños arreando las cabras y los asnos o llevando a cuestas con las patas atadas en manojo todas las aves de corral.

Con el mismo fresquísimo rumor caían las aguas del riachuelo en la presa del molino, y los tilos centenarios del paseo se destacaban por encima de las techumbres de las casas que aparecían inundadas por tenues y azuladas humaredas.