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El poeta aparece primero, y ruega que se le disimulen los defectos de su obra, en atención á la calentura que lo agobiaba al componerla; y después el Tiempo, el Mundo y otros seres alegóricos, desean todo linaje de felicidades á los augustos desposados. En otra se muestra la Estrella matutina, con séquito de pastores y labradores, para felicitar á la reina por su parto.

Las paredes las formaban un enrejado de bambú forrado de seda amarilla; el sol, pasando a través de ellas, proyectaba una luz sobrenatural de ópalo claro. En el centro, un diván de seda blanca, de una poesía de nube matutina, atraía como un lecho nupcial. En los rincones, en preciosos jarrones transparentes de la época de Yeng, alzábanse, con su esbeltez aristocrática, lirios escarlata del Japón.

¡Oscilación encantadora, gracioso equívoco! Al límite de los dos reinos y bajo esas flotantes apariencias tan fantásticas, el espíritu da testimonio de sus primeros albores. Es el alba, la aurora matutina. Con sus resplandecientes colores, sus nácares y esmaltes, señala el sueño nocturno y la idea del día que aparece. ¡Idea! ¿Nos atreveremos á pronunciar esta palabra?

Cada piedra de la calle, cada poste, cada puerta, cada ventana conservaban un poco de su vida, como los campos verdes y dorados y los frondosos bosques detrás de los cuales el castillo señoril levantaba al sol sus torres cubiertas de pizarra. En aquella decoración familiar, vacía aún a aquella hora matutina, surgían una a una las sombras conocidas que poblaban aquel pasado tan próximo.

El toque que habían oído los ingleses era la primera llamada matutina; el campamento despertaba, numerosos soldados salían de las tiendas, dirigiéndose unos al riachuelo más cercano y preparando y encendiendo otros multitud de fogatas que empezaron á desprender columnas de humo.

Las pocas noticias adquiridas por los dependientes en casa del notario Hardoin no habían hecho más que aumentar su curiosidad y, mientras seguía con mirada distraída las espirales azuladas que flotaban delante de él como una ligera nube, iba evocando la delicada silueta que se le había aparecido en un marco de follaje a través de la bruma matutina. ¡Raúl!

El sol, apareciendo sobre la cumbre de una montañuela cercana, disipaba la bruma matutina, que descendía al valle en jirones de encaje gris, y, brillando en un espacio azul clarísimo, alumbraba con luz naciente, fresca y suave.

Este enternecimiento le recuerda los melancólicos pesares que conturban su alma hace algún tiempo... Un grupo de árboles bajo los cuales hacen la siesta los leñadores después de haber comido; un pueblecillo en que se oye el toque de misa matutina y en que tenues humaredas se deslizan por encima de las techumbres de teja; una casuca campesina con sus ventanas abiertas en que flotan cortinillas blancas, puesta la ropa a secar tendida en la valla y cubriendo la suave colina la viña y el huerto... Todo eso le induce a dulcísimos ensueños de vida rústica.

Un sirviente gallego le servía sin pausas, plato tras plato, y don Eleazar comía con la gravedad de un oso que devora su ración. En un rincón de la pieza, de pie, tres hombres presenciaban esta colación matutina en completo silencio. Entre usted, señor don Julio, ¿también nos abandona usted en los días de prueba?...

A custodia matutina usque ad noctem speret Israel in Domino confirmó don Sabas , sin contar con lo que tengo dicho y no me cansaré de repetir: est Deus in nobis; y por eso no hay que desesperar de nada que sea honrado, conveniente al hombre de bien y conforme a la santa ley de Dios.