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De cuando en cuando, se oye el chirriar de una puerta, el tintineo del cencerro de las vacas, la voz de un chiquillo, el zumbido de los moscones... y, de cuando en cuando, se oye también el golpe del martillo del reloj, voz de muerte apagada, sombría, que tiene en el valle un triste eco. Tras de estas campanadas fatídicas, el silencio que viene después parece un tierno halago.

De pronto lanzó un grito de espanto, como horrorizada por algún descubrimiento que había hecho, y, sobresaltado, me di vuelta para mirarla. Su rostro había cambiado completamente; hasta los labios tenía blancos. ¡No! tartamudeó enronquecida. ¡No... no puedo creerlo... no quiero creerlo! Otra vez miró el papel que tenía en la mano para releer esas fatídicas líneas.

Al fin caemos en la cantidad... Jacinta veía el cielo abierto... pero este cielo se nubló cuando el bárbaro desde un rincón, donde su voz hacía ecos siniestros, soltó estas fatídicas palabras: «Ea... pues... mil duros, y trato hecho». ¡Mil duros! dijo Guillermina . ¡La Virgen nos acompañe!, ya los quisiéramos para nosotros. Siempre será un poquito menos. No bajo ni un chavo. ¿A que ?

La naturaleza, lánguida y enclenque entonces, iba quedándose, como si dijáramos, en cueros vivos; las brisas eran más frescas, y en lugar del sonido armónico y majestuoso que formaban perdidas entre el follaje de junio, gemían lastimeras al chocar contra los escuetos miembros de los árboles; lloraban fatídicas, como si fueran la voz de la naturaleza que lamentara la pérdida de sus risueñas galas.

Como se ve las sombras del crepúsculo descender velozmente por las montañas ennegreciendo el valle, así bajaron sombríos y rápidos los guerreros de Villoria. Los clavos de sus zapatos chocando con los pedernales despedían luces fatídicas. Fiero y erguido marchaba á su frente el intrépido Nolo.

¡Oh, la mística paloma de las pálidas canciones! A través de nausebundas humaredas, por encima de campiñas que atraviesan las veredas, entre el ronco estremecer de los cañones, entre el trueno de las turbas que fatídicas vocean por encima de sepulcros y de alfombras funerarias, suspirando sus plegarias, va esfumándose su vuelo, y se aleja con sus alas de los mundos que pelean y se acerca con sus ansias a las cúpulas del cielo.

Dos ojos brillaban como dos llamas fatídicas enfrente de : no por qué misterio mi criado encontró entonces, y de repente, voz y palabras, y habló y raciocinó. Misterios más raros se han visto acreditados: los fabulistas hacen hablar a los animales, ¿por qué no he de hacer yo hablar a mi criado?

Sin pensar en , sin detenerse, dirigióse á la casa y gracias á su traje elegante y á su aire decidido, pudo franquear facilmente la puerta. Mientras estas cortas escenas pasaban en la calle, en el comedor de los dioses mayores, circulaba de mano en mano un pedazo de pergamino donde se leían escritas en tinta roja estas fatídicas palabras: Mane Thecel Phares. Juan Crisóstomo Ibarra

En cuanto entró apretó la de Tristán fuertemente y dejó escapar estas fatídicas palabras: ¡Hay que aplastar a la víbora! Tristán se estremeció.

Al instante expuso su pretensión de prórroga, empleando sonrisas amables y los términos más dulces que podía imaginar. Pero Torquemada oyó la proposición con fría seriedad, y luego, ofreciendo a las miradas de Rosalía la rosca formada con sus dedos, como se ofrece la hostia a la adoración de los fieles, le dijo estas palabras fatídicas.