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Ella, enamorada de él rabiosamente por su parecido con el Maestro, quería casarse, y le hablaba de los millones del gobernador, mezclando sus entusiasmos románticos con las aficiones prácticas de su raza. Pero Febrer acabó por huir, antes de que la inglesa le dejase a su vez por algún director de orquesta que se asemejase más a su ídolo.

Creía yo que el verdadero amor era premio y palma de la bondad, y que para amar y ser amados, con amor tan alto como yo le sentía y alcanzaba a comprenderle, elevación sublime, anhelo incesante de perfección, aspiración interminable a lo absoluto, era preciso que el alma se asemejase, por lo inmaculada y pura, a la flor que coronada de rocío abre su intacta corola al soplo cariñoso de los céfiros.

Me encuentro sola con mis cinco hijas, todas ellas fáciles de ser conducidas al bien. Nuestra vida aseméjase a la de un monasterio: por la mañana leemos en comunidad algo piadoso, luego estudiamos juntas la historia antigua; me agrada e interesa tanto como a las niñas.

Entonces éstas vuelven á presentarse violentas, á grandes borbotones, como los hirvientes manantiales que las despiertan. Humaredas, vapores sulfurosos, aire embriagador de la comarca, todo esto aseméjase al aura que hinchaba, turbaba á la Sibila y la forzaba á hablar. Es una erupción de nuestro cuerpo que hace salir afuera lo que más empeño se hubiera tenido en ocultar.

¡Qué blancura tan admirable! No: mucho mejor que eso. Las vírgenes y las niñas, por dulces que sean, tienen poco más ó menos lo que podemos llamar el verdor de la juventud, mientras que el candor de nuestra perla aseméjase más bien al de la inocente desposada, tan pura, aunque sumisa al amor. No tiene la menor ambición de brillar, suavizando, y apagando casi sus matices.

Nadie quería seguirle, cuando los navegantes contemplaron atemorizados el aspecto aterrador de la punta de América, la desolada Tierra del Fuego, y el fúnebre cabo Forward. Esa comarca, arrancada del Continente por violentas convulsiones, por la furiosa ebullición de mil volcanes, aseméjase á una tormenta de granito. Hinchada, resquebrajada por un enfriamiento repentino, su aspecto es horroroso.

Aseméjase a la cuna de un niño que la aldeana haya colocado dentro del surco mientras trabaja, y al descorrer la cortina del sueño, no puede ver otra cosa entre las ondulaciones del surco que un estrecho pedazo de cielo. El jardín no puede compararse al primitivo que Homero describe al diseñar el cercado de las siete piedras del viejo Laeter.

Vista "de lejos", á través de los azulados vapores, de la atmósfera, la arista de granito parece uniforme; los montañeses, que emplean comparaciones prácticas y casi groseras, le llaman el peine; aseméjase, en efecto, á una hilera de agudas púas colocadas con regularidad.