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Los tres quedaron en extática admiración ante la lámina que representaba la loca carrera de los jinetes apocalípticos. El cuádruple azote se precipitaba con un impulso arrollador sobre sus monturas fantásticas, aplastando á la humanidad loca de espanto.

A un lado y otro volvía los ojos con tierna inquietud, hasta que, dejando ir su diestra y linda mano debajo del pecho, y con la siniestra manteniendo la hermosura de su mejilla, fija la vista en la luna, que ya parecía entre los cielos, estuvo extática un breve instante, hasta que, dando un blando aliento, y casi sin abrir los labios, y como si esta armonía se le deslizara furtivamente por ellos, cantó esta cantinela, por aquel tono triste y penetrante de los cantares moriscos: CANTINELA

Pero cuando por pantalla de ese amor mentido hay dos ojos inmensos, que empapándonos de dicha se anegan ellos mismos en un amor que no se puede mentir: cuando se ha visto a esos ojos recorrer con dura extrañeza los rostros familiares, para caer en extática felicidad ante uno mismo, pese al delirio y cien mil delirios como ese, uno tiene el derecho de soñar toda la noche con aquel amor o seamos más explícitos: con María Elvira Funes.

Yo te saludo con el alma extática, Que siempre fué por tu esplendor fanática Queriendo verte ondear en el confín. Rotos los lazos de la unión política, Bendícete mi patria en la hora crítica como al emblema de un amor sin fin... Ved la otra que se ostenta dominante Llena de juventud y de vigor, Y porque es ella fuerte va delante Deslumbrando con su áurico fulgor.

Andrés, la mayor parte del tiempo, no atendía al argumento del discurso por contemplar más a su placer el juego expresivo y gracioso de su fisonomía, sus ojos brillantes, su boca virginal, los movimientos vivos, resueltos, de su cuerpo, mórbido y exuberante de vida. Pero esta charla interminable de una parte y esta contemplación extática de la otra, cesaron súbitamente.

En la noche solitaria purifican con sus rayos y mi corazón abrasan y me prosterno ante ellos con adoración extática; y en el día no se ocultan cual se ocultó mi esperanza; por todas partes me siguen mirándome fijamente en mi espíritu clavadas... ¡Misteriosas y lejanas me persiguen tus miradas como dos estrellas fijas, como dos estrellas tristes, como dos estrellas blancas!

Adiós, señor Osuna, que usted descanse dijo tendiendo la mano al jorobado. Luego tuvo un momento de indecisión: iba a tendérsela a Obdulia; pero turbado por la mirada intensa y extática que la joven le clavaba, la llevó al sombrero y se inclinó gravemente, diciendo: Buenas noches, señorita. Alzó de nuevo el paraguas y salvó de prisa la distancia que le separaba de la rectoral.

Dijo con exaltación las últimas frases, palideciendo. Muñoz la contemplaba sin poder hacerse a la idea de que sus angustias concluían y de que Adriana sería suya. ¡Adriana! ¡Adriana! Ella se quedó como extática, cayó de rodillas, pero casi dando la espalda a Muñoz. Alzó la mirada, juntó las manos en actitud de apasionado arrebato; le caían lágrimas de los ojos fijos.

Te vi un punto; era una noche de julio, noche tibia y perfumada, noche diáfana, de la Luna plena y límpida, límpida como tu alma, descendían sobre el parque adormecido gráciles velos de plata; ni una ráfaga el infinito silencio y la quietud perturbaban; en el parque evaporaban las rosas los perfumes de sus almas, para que los recogieras en aquella noche mágica; para que lo aspiraras su último aliento exhalaban, como en una muerte extática; y era una selva encantada, y era una noche de ensueños y claridades fantásticas!

Sus enemigos, o por mejor decir, los de su suegro, ¡con qué placer le hincarían los dientes! Subió de nuevo las escaleras y entró en el Saloncillo para reflexionar un momento. Después de dar unas cuantas vueltas, con la mirada extática, sin saber él mismo si andaba o permanecía inmóvil, revocó su acuerdo. Tomó de la mesa el periódico, lo dobló pausadamente, y lo guardó en el bolsillo.