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Actualizado: 21 de mayo de 2025


No tenía bastante penetración y delicadeza para comprender que el amor en Raimundo era, como en todos los seres verdaderamente sensibles, adoración extática más que deseo, esclavitud voluntaria, un enajenamiento de su propia vida para mejor vivir en la soberana de su corazón. Hay que hacerse cargo, además, de que hasta entonces no había experimentado jamás tal sentimiento.

El joven marqués, desde un diván donde yacía solitario, contemplaba sin pestañear en extática adoración a su ex querida. Ven acá, Manolito; acércate un poco, hombre le dijo León. ¿Para qué? preguntó el marqués aproximándose con semblante avergonzado. Para que charlemos un poco.... Y para que estés cerca de lo que más quieres.... Haces bien en estar enamorado de esta barbiana. Todo se lo merece.

Tónica, con dulce coquetería, extendía sus manos, dejándoselas besar. Si alguna vez, al saltar un ribazo, quedaba al descubierto algo de su blanca media, veía cómo Juanito volvía a otro lado su mirada con cierta expresión de sorpresa y disgusto. La quería bien: estaba en el período de la adoración extática. Tónica era para él como esas vírgenes de cabeza hermosísima, que bajo la deslumbrante vestidura sólo tienen para sostenerse tres feos palitroques.

Después que lo hizo se asustó terriblemente y escrutó con anhelo si Clementina lo había sentido. La dama continuó impasible, extática, escuchando la música. Sin embargo, por sus claros y hermosos ojos resbalaba una leve sonrisa que el joven no pudo advertir.

Las dos inclinan las cabezas y ponen en blanco los ojos para poder alzarlos al altar, desde donde responde a su mirada, la mirada extática de una Dolorosa. El parpadeo de las luces da una apariencia de vida al cerco amoratado de aquellos ojos, a la boca dolorida, a las mejillas con dos lágrimas de cristal. Sabelita y la vieja se santiguan al terminar su rezo. Pronto cerrarán la iglesia. ¡Vámonos!

Los que han tenido la dicha de ver, ora realmente, ora en extática figuración, el cielo abierto y en él las cohortes de ángeles voladores cantando las alabanzas del Señor, no ponen de seguro una cara más radiante que la que puso Milagros al oír aquel venturoso anuncio. Pero...

Reynoso seguía en contemplación extática del reloj. Yo les diría ahora: ¡no conocen ustedes a mi mujer...! ¡no la conocen! Elena, cada vez más desconfiada, volvió a levantar los ojos. Esta vez chocaron con los de su marido. Este no pudo aguantar más y soltó una estrepitosa carcajada.

Otra brecha mayor aún acababa de abrir la muerte en su corazón. Cuando llegó á lo más alto se detuvo, apoyó los codos en la paredilla y metiendo la cabeza entre las manos permaneció largo rato en contemplación extática, con los ojos secos y fijos mirando quizás más á su alma dolorida que al cuadro que tenía delante. Una mano le tocó suavemente en el hombro.

Los únicos días felices fueron algunos que pasó en el convento de Vergara, cuando había estrechado amistad con Maximina. El cariño ciego, mejor dicho, la adoración extática de aquella niña, la había consolado de bastantes pesares. «¡Dios perdone a quien me separó de ella

Sabía, no obstante, que la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén repetíase diariamente en un sentido místico; que el divino Señor gozaba más entrando en el alma de sus escogidos que en la ingrata hija de Sión; que el amor era poderoso contra el dueño absoluto de todas las cosas y tenía placer en entregarse a quien se lo profesaba. Mas para ello era necesario amarle mucho, amarle de tal modo que se prefiriesen los dolores y tormentos venidos de su mano a los deleites más exquisitos de la tierra, amarle hasta desfallecer y morir en su presencia y caer rendida a sus pies bajo el imperio de su mirada; era necesario pasar largas horas buscándole en las profundidades del cielo, en el sosiego de la tarde, en la hermosura de las flores, de los pájaros y de todas las criaturas, al lado de los moribundos, en el centro de los dolores y penitencias; era necesario dejar correr las horas en extática oración, sintiendo resbalar las lágrimas y quemar las mejillas; era necesario obedecer a todos, ser la sierva humilde de todos, despegarse de todo lo criado, hasta de sus mismos padres, y aborrecerse a misma para ser la amada de Jesús. ¡Así, así le amaba ella! ¡Cuántas horas del día y de la noche había pasado pensando en

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