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Movía la cabeza incrédulamente cuando las vecinas, agrupadas en torno del enfermo, le atribuían cada una dolencias distintas, aconsejando remedios caseros, desde los cocimientos de hierbas raras y unturas hediondas, hasta la aplicación en el pecho de estampitas milagrosas y trazarle siete cruces en el ombligo con otros tantos padrenuestros. Es hambre decía Luna a su sobrina , nada más que hambre.

Pero el montón más querido lo componían las estampitas francesas dadas como premio en la escuela, los cromitos del Sagrado Corazón, del Amor Hermoso, de María Alacoque y de Bernardette, pinturillas en que el arte parisién representa las cosas santas con el mismo estilo de los figurines de modas.

Don Pedro volvió a bajar la escalera rápidamente silbando una riveirana, y el capellán, al pronto, se quedó inmóvil. Pasóse luego la mano por la frente, donde rezumaba un sudorcillo. Miró a la pared. Entre varias estampitas pendientes del muro y encuadradas en marcos de briche y lentejuelas, escogió dos: una de San Ramón Nonnato y otra de Nuestra Señora de la Angustia, sosteniendo en el regazo a su Hijo muerto.

¡Qué época aquélla! decía la joven con ligera sonrisa . Ahora la recuerdo con cierta extrañeza y no menos envidia. Las estampitas de mi devocionario me hablaban; y por la noche, una Virgen que tenía en mi cuarto bajaba de su cuadro para arrullarme hasta que me dormía. Usted, Juanito, se burlará seguramente de que yo fuese tan tonta.... En fin, cosas de niñas.

Esteban, el segundo, que tenía trece años y gozaba de cierto prestigio entre los monaguillos de la catedral por la escrupulosidad con que ayudaba las misas, asombraba a Gabriel con su sotana roja y el roquete encañonado, y le ofrecía cabos de vela y estampitas de colores sustraídas del breviario de algún canónigo.

Venía de oír varias misas, de asistir a una reunión de Hermandad, de hablar con los señores de la Conferencia, que le entregaban las estampitas y hojas piadosas para los impíos de la plebe. Los domingos eran días de gran trabajo. Se negó a aceptar los restos del almuerzo que le ofrecía el joven. Gracias, señor de Maltrana; no era orgullo, pero estaban en Cuaresma, y él ayunaba rigurosamente.

Y añadió que le encontró con los pelos revueltos, muy agitado, y la regaló un cuaderno con figuras. ¡Qué desatinar de muchacha! exclamó don Pablo, si estaba así, como lo pintas, ¿cómo iba a regalarte estampitas? Un buen sopapo te debió dar, por lengua larga; retírate, si no quieres que te lo yo.

La penitente se quedó muy gozosa, y el día que hizo la comunión se observó con una tranquilidad que nunca había tenido. La despedida de las monjas fue muy sentida. Fortunata se echó a llorar. Sus compañeras Belén y Felisa le dieron besos, regaláronle estampitas y medallas, asegurándole que rezarían por ella. Doña Manolita mostrose envidiosa y desconsolada.

En lo interior había muchas estampitas de cajas de fósforos pegadas con pan mascado a un biombo que hacía de pared, un hornillo de barro puesto sobre una banqueta de piano que conservaba restos de damasco amarillo, y un cofre sin tapa lleno de suelas de calzado que despedía un hedor insufrible.

Doña Paula ponía a menudo postdatas en las de Cecilia. Gonzalo replicaba con alguna cuchufleta, mandaba estampitas, caricaturas para Ventura, y se portaba en todo como un miembro de la familia. Pero ahora los tres experimentaban malestar embarazoso. Nuestro joven en su vida había hablado con la señora de Belinchón, y con Cecilia sólo había cruzado las palabras que hemos dicho.