United States or Palau ? Vote for the TOP Country of the Week !


Salían suspiros de agonía de entre los espesos mantos; las rudas caras, encuadradas por el capuchón, contraíanse con crispaciones de dolor infantil, exhalando lamentos de pequeñuelo enfermo. El dolor se licuaba con una incesante secreción, mezcla de sudor y lágrimas.

Era una de esas portadas enfáticas y señoriles, tan comunes en Avila de los Caballeros. Formaban el dintel inmensas dovelas de un solo trozo, abiertas en semicírculo y encuadradas por gótica moldura rectangular.

Don Pedro volvió a bajar la escalera rápidamente silbando una riveirana, y el capellán, al pronto, se quedó inmóvil. Pasóse luego la mano por la frente, donde rezumaba un sudorcillo. Miró a la pared. Entre varias estampitas pendientes del muro y encuadradas en marcos de briche y lentejuelas, escogió dos: una de San Ramón Nonnato y otra de Nuestra Señora de la Angustia, sosteniendo en el regazo a su Hijo muerto.

La modesta cámara de antes estaba desconocida, tanto eran el lujo y la elegancia desplegados por Carlos. Sobre las paredes grises y desnudas se extendían ricos tapices que, separándose por encima de las ventanas, caían en pliegos ondulantes. El piso estaba cubierto de esteras de Lima, trenzadas de lina y blanca paja, y encuadradas en amplios dibujos de colores llamativos.

Era sin duda uno de los hombres más hermosos que Ferpierre había visto en su vida: alto, robusto, ágil, las mejillas encuadradas en una barba rubia y sedosa, los cabellos castaños algo enrarecidos junto a la frente, con lo que ésta parecía más ancha; el cutis blanco, algo pálido y como macerado, cual sucede en los descendientes de las razas más selectas; los ojos azules, la mirada profunda bajo el puro arco de las cejas; la nariz aguileña, el ademán nervioso, los vestidos elegantes, todo el porte verdaderamente principal.

Las cartas que acreditaban las cruces de Carlos III y de Isabel la Católica, concedidas por las regias personas después de sus visitas a la bodega de los Dupont, ocupaban las paredes más oscuras, encuadradas en marcos menos vistosos, con la modestia que el poder civil debe mostrar ante la representación de Dios; cediendo el sitio, como avergonzadas, a todos los títulos honoríficos inventados por la Iglesia, que habían llovido sobre don Pablo, sin que faltase uno.

Y bien sabe Dios que Marenval, con su cara de beatitud, sus mejillas rosadas encuadradas de patillas grises y sus ojos bonachones húmedos de alegría, no tenía el menor aspecto de bandido ni de héroe, sino de un ricacho viajando para divertirse.