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A lo que una voz alegre y limpia contestaba así con un ligero acento provincial: Perdóneme, he querido, para honrar mejor su casa, estrenar un vestido nuevo y la modista no me lo ha traído sino hasta ahora mismo... cuando ya comenzaba a enfadarme. En aquel mismo instante abríase de par en par la puerta del comedor y un criado con guantes blancos y casaca negra decía así: «La señora está servida».

Ten cuidado no enfadarme, porque el día menos pensado te planto en la calle, de donde te he recogido. Las criadas escucharon estas palabras y las tuvieron bien presentes. Josefina hasta entonces había sido tratada como hija de los señores: en adelante se la consideró como una hija postiza: más tarde, como advenediza.

Oyes, chica, ¿qué es lo que tienes? ¿Te dura todavía el enfado? ¿A ? ¡Ca! Yo no puedo enfadarme contigo. Estas palabras parecían un testimonio de cariño y confianza. Sin embargo, las pronunció en un tono tan extraño, que la Amparo se la quedó mirando fijamente antes de replicar.

Ni para enfadarme ni para desenfadarme le pido a usted permiso... Por lo demás, me acomoda mejor hacerle a usted esa advertencia de palabra. No quiero que usted ponga los pies en mi casa. ¿Se ha enterado usted? El marquesito alzó los hombros con desdén. Lo mismo usted que su casa me tienen sin cuidado.

Tenemos aquí un negociante.... ¿Y a quién los vendes? A las mujeres de por ahí, que van a la vila.... Sepamos, ¿a cómo te pagan? Dos cuartos por la ducia. Pues mira díjole Nucha cariñosamente , de aquí en adelante me los vas a vender a , que te pagaré otro tanto. Por lo bonito que eres no quiero reñirte ni enfadarme contigo. ¡Quiá! Vamos a ser muy amigotes y yo.

Pero del mal el menos; viniendo vos sola, no temo que nadie pise mi alma en su sepultura. Acabaréis por enfadarme, don Francisco dijo con seriedad la condesa. ¿Enfadaros, vos, cuando yo estoy alegre? ¿nublaros cuando yo amanezco? ¿Es decir, que os alegráis de mi abandono? ¡Alégrome de vuestra resurrección! Es que yo no me he muerto.

No os prometo nada... o más bien, mirad, hablando con franqueza, os prometo hacer justamente todo lo contrario de lo que acabáis de decirme. ¡Esto es una verdadera insubordinación!... Reina, concluiré por enfadarme. Es más que una insubordinación repliqué gravemente, es una revolución. ¡Me va a hacer perder la paciencia y la vida! murmuró el cura.

Está bien dijo Feli más tranquila . Te dejo, pero ¡cuidadito con faltarme a la palabra!... Lo que deseo es que algún día vivamos como esos matrimonios que no tienen que rabiar por el puchero, que envían sus lujos a un colegio, tienen su buena casa allá en el barrio de Salamanca, salen a paseo juntos, y los días que hace mal tiempo se dan una vueltecita en coche, muy apegadizos, con los vidrios levantados. ¿Puede ser esto, Isidrín?... escribirás mucho; escribe cuanto quieras: yo no he de enfadarme por eso.

Ya no es tiempo de hablar, es tiempo de obrar. Bien lo dijo este señor anoche: "Adelante en el camino; retroceder es la muerte; pararse es la infamia." Yo lo hubiera dicho lo mismo; sólo que yo no me he decidido á hablar todavía; pero si llego á enfadarme.... ¡Bien, bien! chillaron muchas voces. Lázaro sudaba con impaciencia y angustia. No sabía cómo romper aquel círculo de atletas que le rodeaba.

Pues hija dijo al cabo , yo te confieso que puedo enfadarme con todo el mundo y contigo también si me llegases a hacer alguna ofensa. Pues yo, contigo, no replicó con una sonrisa particular la Socorro. Amparo volvió a mirarla fijamente y con sorpresa. ¿Qué quieres decir con eso, que me desprecias? Lo que quieras profirió con el mismo gesto de desdén.