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Al oirlo me arrodillé á sus pies, rogándole que me dejase obtener tan grande gracia prestándome su hábito, á lo que se avino después de muchas súplicas y de entregarle yo doce sueldos para dorar la imagen del bendito San Lorenzo.

Y le pasa a todo el que tiene un corazón franco, señora dijo impetuosamente Obdulia. Sólo los envidiosos, los malintencionados saben dorar la píldora de veneno y clavar el puñal cuando parece que están haciendo una caricia. La voz de la joven salía alterada, un poco ronca.

Las cimas que iban á dorar los rayos de la aurora, cuando las llanuras inferiores estaban todavía á obscuras, tenían que estar consagradas al dios del sol. Así, casi todas las cúspides aisladas de la Hélada llevan hoy el nombre de Elías. El profeta judío ha llegado á ser, en virtud de su nombre y por un sagrado juego de palabras, el heredero de Helios, hijo de Júpiter.

La ventajosa posicion de tu marido debe llenarte de orgullo, y cuando la edad te permita aparecer en público con el rostro descubierto, brillará en tus ojos la satisfaccion de ver honrados y aventajados á tus hijos. ¡Cuánto te engañas! Ahora que soy jóven nada me halaga, porque la riqueza de mi esposo solo sirve para dorar las prisiones en que vivo.

Ciertamente que la señora de Montauron, que tenía por su parte una entrada anual de muy cerca de cuatrocientos mil francos, habría podido muy bien no aguardar la hora de la muerte para dorar un poco el escudo heráldico de su sobrino, pero la dominaba una pasión todavía más decisiva que el orgullo de raza, y esa pasión era el egoísmo.

Allí se pararon aguardando ansiosos el día y acurrucados bajo algunas tiendas de campaña que un viento frío e impetuoso amenazaba derribar y que los amedrentaba con siniestros silbidos. Larga como un siglo se les antojó aquella noche, pero el alba perezosa vino al cabo a disipar las sombras, a dorar las nubes, a teñir el cielo de azul y de púrpura y a impregnar el aire en claridad luminosa.

Pero nunca este cuadro tiene un encanto más inexpresable que a la hora en que el cielo, adornado de los colores del alba, sonríe a la proximidad del día, cuando una niebla húmeda y blanquecina flota sobre el valle y cuando los primeros rayos del sol comienzan a dorar los plomos del campanario.

Sin embargo, aunque cubierta por mi tutela de un barniz de respetabilidad, ciertas familias... timoratas... tendrían ciertos escrúpulos. Pero, en suma, no le faltarán pretendientes aceptables y más de un noble arruinado, aficionado a la buena vida, querrá dorar su blasón gracias a la generosidad asegurada de su suegro.

La otra potencia de que se valía doña Inés, sin estudio, espontánea y sencillamente para blanquear y hasta para dorar la tenebrosa negrura de su concepto schopenhaueriano del mundo, era el sentimiento vivísimo y atinado, fuente inexhausta de puros deleites, con que percibía su alma toda belleza, tanto espiritual cuanto corpórea. Llamar a esto buen gusto me parece poco.

Y después llega un día en que el hijo de uno de esos campesinos se enamora de esas grandes ruinas y se indigna al verlas profanadas de ese modo; a toda prisa arroja el ganado fuera del patio de honor, y viniendo en su ayuda las hadas, por solo reedifica la monumental escalera, vuelve a poner tableros en las paredes y vidrieras en los ventanajes, reconstruye las torres, vuelve a dorar la sala del trono y pone en pie el extenso palacio de otros tiempos, donde encontraron hospedaje papas y emperatrices.