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La relación del viaje de Jaime Rasquín al Río de la Plata consigna que se distribuía el agua por ración de medio cuartillo escaso cada día. En la expedición de Mendaña «la ración que se daba era media libra de harina de que sin cernir hacían unas tortillas amasadas con agua del mar y asadas en las brasas, con medio cuartillo de agua lleno de podridas cucarachas.

Cazaba, galopaba por los caminos del distrito, distribuía justicia en el patio de la casa lo mismo que su padre; sus tres pequeños, intimidados por sus largos viajes a Madrid y más familiarizados con los abuelos que con él, colocábanse cabizbajos en torno de sus rodillas, aguardando en silencio el beso paternal; todo cuanto le rodeaba estaba al alcance de su deseo, y, sin embargo, no era feliz.

Tomóse para los cuatro pilones el agua del acueducto erigido por Abde-r-rahman II, depositándola en un gran recipiente revestido de mármol: corria dia y noche, y lo que sobraba, despues de empleada en los menesteres de la mezquita, se distribuía por tres cañerías que iban á surtir otras tantas fuentes públicas en los tres muros de norte, oriente y poniente del edificio.

El resto del personal bastante numeroso se distribuía en las múltiples dependencias del castillo y de la granja.

Asistía a todos los servicios religiosos fúnebres, distribuía velas, las recogía luego, y si alguien se olvidaba de apagar la suya, se acercaba y la apagaba él, soplando muy solícito. El muerto le inspiraba una gran curiosidad. De media en media hora entraba en la cámara mortuoria para mirarle, ajustaba sobre el cadáver el lienzo que lo cubría y le arreglaba la levita.

Cuando después de levantarse tenía despachados todos los asuntos de la comuna, si le quedaban un par de horas para ocuparse de los propios, pasaba revista a sus máquinas agrícolas, distribuía el trigo de semilla, hacía acopiar los forrajes o bien montaba a caballo cuando una necesidad de vigilancia le reclamaba más lejos.

Efectivamente, el centro se preparaba a una defensa valerosa, y guarnecía sus baterías, distribuía los regimientos a un lado y otro, agrupando a retaguardia fuerzas considerables de caballería.

El consejero, con una rudeza militar, le había vuelto la espalda, y tomando la baraja, distribuía cartas. Se reanudó la partida. Desnoyers, viéndose aislado por este menosprecio silencioso, sintió deseos de interrumpir el juego con una violencia. Pero la oculta rodilla seguía aconsejándole la calma y una mano no menos invisible buscó su diestra, oprimiéndola dulcemente.

Así, con ese paso, llegaba a la puerta de la clase, se paraba en su umbral, tomaba una posición de contradanza, miraba al centro, apuntando en el rostro una franca sonrisa; en seguida, como un muñeco de cuerda, movía el pescuezo, y con el cuerpo hacia la izquierda, distribuía su sonrisa en esa dirección para repetir después la misma operación y derramar su tercer sonrisa sobre la derecha.

A través de los intersticios de aquel velo que abrían y cerraban las Horas á gusto del sueño, contemplaba éste el mar, la tierra, las ciudades y los pueblos. Sobre la cabeza de aquellos hombres que se agitaban, suspendía el inflexible destino, decidía la vida ó la muerte, distribuía á su antojo benéfica lluvia ó rayo vengador. Ninguna lamentación de abajo turbaba á los dioses en su quietud eterna.