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No quiero hablar de las infinitas visitas ceremoniosas que antes de la hora de comer entraron y salieron en aquella casa, entre las cuales no eran de despreciar todos los empleados de su oficina con sus señoras y sus niños y sus capas y sus paraguas y sus chanclos y sus perritos; déjome en blanco los necios cumplimientos que dijeron al señor de los días; no hablo del inmenso círculo con que guarnecía la sala el concurso de tantas personas heterogéneas, que hablaron de que el tiempo iba a mudar, y de que en invierno suele hacer más frío que en verano.

En el gratil de la mayor había una vaina de dos dedos por cada lado y en las caídas y gratil, de cinco dedos; en ellas se abrían ollaos á distancia de medio pie unos de otros; pasábase por la vaina un meollar y después se guarnecía por el gratil un cabo de 12 hilos con empalomaduras á cinco dedos unas de otras.

No quiero hablar de las infinitas visitas ceremoniosas que antes de la hora de comer entraron y salieron en aquella casa, entre las cuales no eran de despreciar todos los empleados de su oficina, con sus señoras y sus niños, y sus capas, y sus paraguas, y sus chanclos, y sus perritos; déjome en blanco los necios cumplimientos que dijeron al señor de los días; no hablo del inmenso círculo con que guarnecía la sala el concurso de tantas personas heterogéneas, que hablaron de que el tiempo iba á mudar, y de que en invierno suele hacer más frío que en verano.

Apretaba el Tuerto contra su pecho corto y ancho trabuco, y, después de girar hacia todas partes el único lucero de su fea cara, de aguzar el oído, de olfatear, por decirlo así, el aire, arrimóse al murallón, medio arrodillándose tras de un seto de zarzas y brezo que lo guarnecía.

Penetradas por este gefe las intenciones de los rebeldes, aunque consideró remoto pudiesen verificar su proyecto, no dejó de tomar todas cuantas medidas le dictaban su práctica y esperiencia militar, para frustrar sus esfuerzos, y no esponerse á que por algun inesperado accidente ó casualidad, recobrasen la libertad unos reos de aquella naturaleza: y persuadiéndose que para su entera seguridad se requeria la presencia de su persona, determinó escoltarlos con una columna muy reforzada, dejando el resto del ejército en los campos de Quiquijana, Tinta y Langui, para que ocurriesen á cuanto pudiese suceder en el poco tiempo que calculó podia emplear en el viage; y dispuesto todo en la forma espresada, custodió á los delincuentes, hasta la puente de Urcos, donde se los entregó todos á D. José Cabero, Coronel del regimiento de dragones provinciales de Armaraes, que guarnecia aquel importante puesto, para que siguiese con ellos hasta la ciudad del Cuzco, é hiciese formal entrega de sus personas al Visitador, D. José Antonio de Areche, que se mantenia en ella, esperando el éxito de las operaciones del ejército, y tambien para providenciar cuanto fuese necesario á su resistencia.

Su frente, surcada de finísimas rayas curvas que se estiraban o se contraían conforme iban saliendo las frases de la boca, se guarnecía de guedejas blancas. Con estos reducidos materiales se entretejía el más gracioso peinado de esterilla que llevaron momias en el mundo, recogido a tirones y rematado en una especie de ovillo, a quien no se podría dar con propiedad el nombre de moño.

Cruzó entonces los desfiladeros de los Andes, mientras Canterac guarnecia los de Jauja y situaba sus puestos avanzados en Casas, y marchó decididamente sobre Pasco. El general español, que ignoraba la direccion seguida por su contrario, se encaminó hácia este mismo punto con objeto de practicar un reconocimiento.

Todos sus rasgos de audacia quedaron limitados al saqueo é incendio parcial de La Maya, que realizaron gracias á la cooperación de algunos negros habitantes del lugar y aprovechando la ausencia del destacamento de rurales que lo guarnecía, y á la destrucción de lugarejos indefensos y estaciones aisladas y desprovistas de toda protección.

Efectivamente, el centro se preparaba a una defensa valerosa, y guarnecía sus baterías, distribuía los regimientos a un lado y otro, agrupando a retaguardia fuerzas considerables de caballería.

Guarnecía su cintura sobre el fajín lo que llamaban charpa, y era un ancho cinturón de cuero con diversos compartimientos ocupados por dos pistolas, un puñal y un cuchillo de monte, de modo que llevaba el niño en los lomos un completo arsenal, propio para hacer frente a todas las circunstancias imaginables.