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Los sargentos dictaban cifras, comunicadas en voz baja por otro artillero que tenía en una oreja el auricular del teléfono. Los sirvientes obedecían silenciosos en torno del cañón. Tocaban una ruedecita, y el monstruo elevaba su morro gris, lo movía á un lado ó á otro, con la expresión inteligente y la agilidad de una trompa de elefante.

Matangláwin se burlaba de todas las medidas severas que se dictaban contra los tulisanes: de ellas solo sufrían los habitantes de los barrios, que cautivaba ó maltrataba si se le resistían, ó si pactaban con él eran azotados ó desterrados por el gobierno, si es que al destierro llegaban y no sufrían en el camino un mortal accidente.

Estos religiosos fueron elegidos y nombrados conforme se encontraron; los más eran muy mozos, y sin prudencia ni conocimiento. Los indios, acostumbrados a obedecer solamente a sus curas, miraban al principio con indiferencia cuanto los administradores les dictaban, de modo que nada se hacía sin consultarlo primero al padre.

Penetradas por este gefe las intenciones de los rebeldes, aunque consideró remoto pudiesen verificar su proyecto, no dejó de tomar todas cuantas medidas le dictaban su práctica y esperiencia militar, para frustrar sus esfuerzos, y no esponerse á que por algun inesperado accidente ó casualidad, recobrasen la libertad unos reos de aquella naturaleza: y persuadiéndose que para su entera seguridad se requeria la presencia de su persona, determinó escoltarlos con una columna muy reforzada, dejando el resto del ejército en los campos de Quiquijana, Tinta y Langui, para que ocurriesen á cuanto pudiese suceder en el poco tiempo que calculó podia emplear en el viage; y dispuesto todo en la forma espresada, custodió á los delincuentes, hasta la puente de Urcos, donde se los entregó todos á D. José Cabero, Coronel del regimiento de dragones provinciales de Armaraes, que guarnecia aquel importante puesto, para que siguiese con ellos hasta la ciudad del Cuzco, é hiciese formal entrega de sus personas al Visitador, D. José Antonio de Areche, que se mantenia en ella, esperando el éxito de las operaciones del ejército, y tambien para providenciar cuanto fuese necesario á su resistencia.

Vio tribunales con hombres vestidos de negro, los ojos entornados y el gesto imponente, oyendo las miserias y locuras de sus semejantes, y tras ellos otros tantos esqueletos enormes, con una grandeza de siglos, envueltos en togas, eran los que movían las manos de los jueces cuando éstos escribían y los que soplando sobre sus cabezas les dictaban sus sentencias. ¡Los muertos juzgan!

Ya no se exedian en el uso de las bebidas espirituosas; y observando religiosamente casi todas las reglas de conducta que los Padres les dictaban, hasta habian llegado á no desear los bienes agenos.