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Al principio he encontrado resistencias, provenidas de la costumbre inveterada, y aun del amor propio de las mujeres, que no querían aparecer como perezosas, pues aquí, como en todos los pueblos pobres de México, y particularmente los indígenas, una de las grandes recomendaciones de una doncella que va a casarse es la de que sepa moler, y ésta será tanto mayor, cuanta mayor sea la cantidad de maíz que la infeliz reduzca a tortillas.

Tiempos después de ser destruida la antigua Turba, se edificó en la parte mas llana del mismo sitio una ermita dedicada a N.ª S.ª de la Cabeza, ermita que, cuando el convento de Capuchinos se quitó del punto que hoy ocupa el paseo del Obalo, y se trasladó a donde estaba Turba, quedó encerrada en una Iglesia mayor, obra que tuvo lugar por los años 1797: desde la fundación de dicha ermita, se celebra en ella por la Pascua de Resurrección una fiesta a la Virgen de la Cabeza; muchos vecinos de Teruel y sus barrios acuden a allí en animada romería, y raro es el que, además de otras viandas, no lleva una tortilla: de esta antigua costumbre viene el que la clase humilde del pueblo de Teruel llame a aquella Pascua, «la de las tortillas

¿Para qué te ocupas...? Me ha olido a estofado de vaca... No me lo niegues... Ahora, más que nunca, hay que apelar a las tortillas de patatas, a las alcachofas rellenas, a la longaniza, y si me apuras, a asadura de carnero, sin olvidar las carrilladas. Si te fías de Cándida y le encargas la compra, pronto nos dejará por puertas.

Los alimentos se reducían a tortillas de maíz, frijol, carne y queso; lo bastante para no morirse de hambre, y aun para vivir con salud; pero no para hacer más agradable la vida con algunas comodidades tan útiles como inocentes. Yo les insinué algunas mejoras en el cultivo; hice traer semillas y plantas propias para el clima, y como los vecinos son laboriosísimos, ellos hicieron lo demás.

La relación del viaje de Jaime Rasquín al Río de la Plata consigna que se distribuía el agua por ración de medio cuartillo escaso cada día. En la expedición de Mendaña «la ración que se daba era media libra de harina de que sin cernir hacían unas tortillas amasadas con agua del mar y asadas en las brasas, con medio cuartillo de agua lleno de podridas cucarachas.

Petra, el ama de llaves, hizo milagros en aquellos dos días. ¿Qué pavos rellenos, qué cocido con morcilla, chorizo, embuchados y morcones, qué tortillas con espárragos trigueros, qué platazos de pepitoria, qué menestras de cardos, morrillas y guisantes, qué jamón con huevos hilados, qué tortas maimones, y qué deliciosas alboronías, picantes salmorejos, frescos gazpachos y ensaladas, y variados arropes y almíbares, no condimentó o presentó en la mesa de su amo?

"Demasiado sabe usted que no como lengua. Hágame el favor de decir a la cocinera que traiga algún pescado, pero no boquerones como el otro día, y que no fría tanto las tortillas". Ninguno de los dos quería humillarse al otro. Así que, esta tirantez se prolongaba ridículamente, hasta que ella, Pepa, los agarraba por las orejas, les decía cuatro frescas y les obligaba a darse la mano.

El pequeño conocía la llegada de los domingos por la comida, que era también al aire libre, pero sin andamios cerca, sin la vecindad de blusas blancas, en las afueras de la población, sentados en la hierba rala de algún solar sembrado de botes de lata, pedazos de botellas y zapatos viejos; viendo sobre el perfil de los inmediatos desmontes la bucólica silueta de una cabra tristona o de una vaca tísica; escuchando el vals loco martilleado a toda velocidad por el piano del merendero, al cual iba su padre para llenar de vino el cuadrado frasco. ¡Cómo recordaba Maltrana las tortillas de escabeche de los días de fiesta, en medio del campo yermo invadido por los residuos de la ciudad! ¡Cómo los pucheretes con piltrafas de tocino, junto a las vallas de los edificios en construcción!... Su madre apenas comía; sólo se ocupaba de él, llevando una mano al plato, mientras con la otra le sostenía en su regazo.

Y aquí, salvo media docena, todos son pobres. Facha, señora, y nada más que facha. Esta gente no entiende de comodidades dentro de casa. Viven en la calle, y por vestirse bien y poder ir al teatro, hay familia que se mantiene todo el año con tortillas de patatas... Conozco señoras de empleados que están cesantes la mitad del año, y da gusto verlas tan guapetonas.

Hacía, también, como nadie, tortillas de azúcar y polvorones que se dejaban muy atrás a los tan encomiados de Morón; roscos de huevo y de vino, y mucha variedad de bizcochos y de almíbares.