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Al precio cotizado ayer. ¿Rebajaría U. diez céntimos? Si no es á plazo , ¿Podría U. conseguirme diez mil duros mas? . ¿Otros cinco mil? . Dicho. Los dos negociantes, sin mas conversacion, se separaron, despues de apretarse la mano.

Miró también don Quijote a Sancho, y viole que tenía los carrillos hinchados y la boca llena de risa, con evidentes señales de querer reventar con ella, y no pudo su melanconía tanto con él que, a la vista de Sancho, pudiese dejar de reírse; y, como vio Sancho que su amo había comenzado, soltó la presa de manera que tuvo necesidad de apretarse las ijadas con los puños, por no reventar riendo.

Acostumbrado a pasarse los días y las noches al sereno, en espera de la liebre, del conejo o de la perdiz; hecho a apretarse la cintura con una cuerda, a la manera de los salvajes, en las muchas ocasiones en que le faltaba un mendrugo de pan que roer, el mísero ratoncillo era dichoso cuando le tocaba cazar con gente de pro, de la que se lleva al cazadero botas henchidas de lo añejo, lacones cocidos y cigarros; ufanábase cuando le celebraban sus patrañas: las narraba cada día con mayor seriedad, convicción y tono ingenuo, y a todas las chanzas respondía invocando a Dios y a los santos de la corte celestial en apoyo de sus aseveraciones estrambóticas.

Nadie, sin embargo, dejó de apretarse y estrujarse por estrechar la mano de la heroína del día y alcanzar, aunque sólo fuera desde lejos, alguna de las sonrisas de sus labios que a diestro y siniestro iba prodigando. Bailóse entonces, en honra suya, una especie de rigodón de honor, en que tomaron parte las damas más ilustres y los caballeros más empingorotados que se hallaban presentes.

Su marido se bebe casi todo el jornal, y a mitad de semana, ¡claro! tiene la infeliz que apretarse la barriga... ¡Válgate Dios! Y las más de las noches viene borracho perdido a casa, y le da cada sopimpa que la deja por muerta. ¡Cuántas veces se va la pobrecilla a la cama sin cenar y harta de palos!... Luego quieren que una, viendo estas cosas... ¡Vaya, más vale callar!

Unas mesas más allá, una pareja joven olvidaba los platos para estrecharse las manos por debajo del mantel y apretarse pierna contra pierna con frenética presión. Los dos sonreían mirando el paisaje y mirándose mutuamente. Tal vez eran extranjeros recién casados, tal vez amantes fugitivos que veían realizadas sus ilusiones al arrullarse en este país tantas veces evocado en sus lejanos galanteos.

En torno de los ojos persistía aquel círculo oscuro, negro, de agitación y dolor. El conde sentía apretarse su corazón cada vez que la veía. Costábale trabajo retener las lágrimas. Amalia no dio noticia a su amante del imprudente anónimo que había dirigido a Quiñones. Temiendo, por la actitud de éste, algún grave acontecimiento, resolviose a despistarle, ya que volverle la calma no era posible.

La pobre niña, sin comprender qué significaba aquel cambio, sintió su pequeño corazón apretarse; exploraba con sus bellos ojos profundos los semblantes y trataba de descifrar el enigma que guardaban. Se hizo más grave, más recelosa, más tímida. Y como viera que le negaban los juguetes o las golosinas que antes le otorgaban a manos llenas, se abstuvo de pedirlos.

Y, en efecto, tal maña se dio para apretarse que nadie pudo presumir que aquella mujer tuviese una criatura en sus entrañas. ¡Qué sustos, qué congojas las del conde mientras duró el embarazo! Si alguien la miraba con insistencia, ya estaba temblando; si en el curso de la conversación un tertulio hacía alusión a algún parto disimulado, se ponía pálido, pensando que podía ser una indirecta.

Esteven era de los lacayos del poder más en privanza: si tenía las llaves de la despensa, ¿a qué había de apretarse la barriga? ¿cómo había de dejar en seco a sus fieles colaboradores?