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Dicen que hay en ella algo de odalisca todavía; pero con una mujer que no exige más que se la acaricie tiernamente al llegar a casa, la vida es muy fácil y muy dulce. «Por lo demás terminó diciendo el comandante , esas mujeres de su país, más vergonzosas, más tímidas, más circunspectas que las nuestras, acaso sean más peligrosas

He aquí la razón de que este primer ensayo de una historia del teatro español, desde los tiempos más remotos hasta nuestros días, tenga derecho á una crítica indulgente. Cuando resolví llenar este importante vacío en la historia de la literatura, no desconocí las graves dificultades que se oponían á mi proyecto, ni acaricié la necia ilusión de vencerlas con mis débiles fuerzas.

¡Quién lo duda, bobito! exclamó Feli . tienes mucho talento: eso lo he dicho yo desde que te conocí. Deja que te bese esa frente donde guardas tu talentazo; deja que te acaricie con los labios ese almacén de donde sacas tus cosas bonitas. Oprimía entre sus brazos la cabeza del amante, la besaba enardecida, como si quisiera morder su frente enorme y rugosa.

¡Salvarme, quiero salvarme! gritó Ana de repente volviendo a la realidad ... quiero volver a nuestro verano, al verano dulce, tranquilo... , tranquilo al cabo; a nuestro hablar sin fin de Dios, del cielo, del alma enamorada de las ideas de arriba... , quiero que mi hermano me salve, que Teresa me ilumine, que el espejo de su vida no se obscurezca a mis ojos, que Dios me acaricie el alma.... Fermín, esto es confesar... aquí... no importa el lugar; donde quiera... , confesar....

Gocemos el encanto de esta hora fugitiva, retengámosla por los cabellos, dejemos que nos acaricie blandamente. ¡Quién sabe si en pos de esta tan dulce vendrán otras tétricas! Permite que la retenga un minuto más por su manto azul y flotante... Y al decir esto, sujetaba la falda de su prometida. ¡Arriba, Tristán, arriba! replicó ella riendo. Pues ayúdame. La joven le entregó sus manos.

¡Es el Rey! exclamó. ¿Quiere usted decirme, coronel Sarto, qué significa la broma de que hace poco pretendía usted hacerme objeto? Nadie contestó; los tres seguimos silenciosos ante ella. Prescindiendo de testigos, me abrazó y me dio un beso. Entonces dijo Sarto, con voz ronca y baja: No es el Rey. No lo acaricie Vuestra Alteza; no es el Rey.

Del montón de reflexiones que le llenaron atropelladamente el cerebro, sacó estas pocas, que le parecieron las más llanas y más propias del momento: Demos de barato, hija mía, que yo he estado viviendo en una equivocación continua sobre ese particular, con el mejor y más honrado propósito, y ten entendido que te quiero demasiado para que, con cálculos o sin ellos, llegara yo nunca a desatender tus repugnancias en asuntos de tanta entidad; porque una cosa es que lo que se cree útil y conveniente y beneficioso para ti, se persiga y se acaricie, y otra muy distinta la imposición forzosa de ello, que en no cabrá jamás; en este supuesto, ¿qué mal hallas en la venida de ese pobre chico, ni a qué te compromete, para que tanto la temas?

Ya comienza a encanecer pensé, es tiempo de que pruebe lo que llaman la felicidad. Y lo acaricié efectivamente.

No llega allí ruido humano, y esa calma callada hace que el corazón busque instintivamente algo que allí falta: el espíritu simpático que goce a la par nuestra, la voz que acaricie el oído con su timbre delicado, la cabeza querida que busque en nuestro seno un refugio contra la melancolía íntima de la soledad... ¡Proa al Norte, proa al Norte!

Beberás ese amor en mis miradas, lo absorberás al respirar mi aliento, te lo trasmitiré cuando mi mano acaricie amorosa tu cabello. Te envolveré en su atmósfera divina, como en nube de aromas y de incienso, despertaré tu corazon dormido, te volveré al amor y al sentimiento.