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Me parece que Marquina entró en amores con ella antes de ser ministro, ¿verdad? Ya lo creo; ni soñaba con serlo. Pues a pesar de eso Manolo está furioso, persigue a su mujer y la vigila. El día menos pensado va a dar un escándalo provocando a Marquina. Muy mal hecho profirió la condesa. Muy mal hecho repitió Gustavo Núñez. Muy mal hecho corroboraron el vizconde de las Llanas y Narciso Luna.

No confundamos las especies. Yo me aquieto sin explicación sobre muchos puntos en que usted, por desgracia, no se aquieta. No hablo de eso. Hablo de materias más llanas y más al alcance de mi inteligencia.

Núñez no dio su brazo a torcer y replicó inclinándose correctamente: Cuando se tiene un marido tan amable y tan simpático como Elena, no sorprende esa conformidad. El vizconde de las Llanas y Enriqueta levantaron hacia él los ojos con curiosidad no exenta de malicia. Eso de la conformidad manifestó Rosita León aceptando una copa de champagne que le tendía la condesa es cosa complicada.

Efectivamente, al entrar en muchas calles de Turin, rectas y llanas en su mayor parte, preséntanse de repente los Alpes, cerrando el horizonte, cerrando la calle, materialmente al pié.

Núñez con astucia cambió en seguida la conversación. Las señoras dieron permiso para encender los cigarros y, con asombro de Elena, la condesa aceptó un cigarrito de tabaco turco que Narciso le ofreció. ¿Y dónde anda ahora Menelao, amigo Gustavo? preguntó con sonrisa insolente el vizconde de las Llanas. Núñez se turbó levemente y echó una rápida mirada de reojo a Elena.

Y hoy, antes que le alcanzara ningún vardascazo, se echó por el castañar arriba, camino de las Llanas, para venir ahora. ¿Y cómo diste con él? Llegábamos unos cuantos amigos de correr á los de Villoria, cuando vimos un mozo saltar al camino delante de nosotros. «Así Dios me salve si aquél no es Bartolo», dije yo en seguida. Le conocí, aunque la noche no está muy clara, por lo derrengado.

Todos la miraron con insistencia y creyó notar en sus ojos cierta curiosidad burlona. Vio que a hurtadillas el vizconde de las Llanas apretaba la mano del pintor como si le diese la enhorabuena. Bruscamente se despidió. ¡Tan pronto! exclamó la condesa. En vano la suplicaron que se quedara otro ratito. Resueltamente se iba. Se sentía sofocada, con un deseo irresistible de salir de aquella casa.

¡Monotonía! repitió el mozo enardeciéndose un poquillo . ¡Y yo que la encuentro solamente en las tierras llanas y en sus grandes poblaciones!

Vamos allá, dixo Candido, y encomendémonos á la Providencia. Navegáron por espacio de algunas leguas entre riberas, unas veces amenas, otras áridas, aquí llanas, y allá escarpadas. El río se iba continuamente ensanchando, y al cabo se encañaba baso una bóveda de espantables breñas que escalaban el cielo.

Por de pronto, ni él ni yo íbamos entonces propiamente «de caza», sino de paseo; sólo que así como en las tierras llanas se pasea un hombre con un bastón en la mano o con las dos desocupadas, allí se pertrecha el paseante de armas y de municiones por lo que pueda acontecer.