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Adiós, Jaime; ¡que el Señor te ilumine! Adiós, tía. La tendió él una mano, a impulsos de la costumbre, pero ella retiró vivamente su diestra, ocultándola detrás de su espalda. Febrer sonrió al recordar ciertas noticias de los murmuradores. Esta retracción no significaba desprecio ni odio. Era que «la Papisa» había hecho voto de no tocar en su vida las manos de otros hombres que los sacerdotes.

Es así, que conocidas las cosas por la razon, puede el hombre determinarse á quererlas ó desecharlas, y á ir en busca ó en fuga de ellas. Dícese potencia ciega, porque nunca obra sin preceder la luz del entendimiento, por donde es verdadero el principio de las Escuelas: nihil volitum quin praecognitum: es decir, nada puede querer la voluntad sin que la ilumine el conocimiento.

No busco un primer principio tal que ilumine por solo todas las verdades, ó que las produzca, sino una verdad que sea condicion indispensable de todo conocimiento; por esto no la llamo orígen, sino punto de apoyo: el edificio no nace del cimiento pero estriba en él.

Para que la bendiga es necesario que nos hagamos dignos de celebrarla, dejando para siempre el modo frívolo y mundano que tenemos de querernos por otro más elevado y espiritual, cesando por completo en ciertas expansiones terrenales a que nuestro gran amor nos impulsa, y preparándonos durante algunos meses, por lo menos, con una vida virtuosa y devota, haciendo algunos sacrificios y obras de caridad, y pidiendo a Dios constantemente que ilumine nuestro espíritu y nos fuerzas para cumplir los deberes que el nuevo estado nos impone.

Y como no es posible, sin que nos peleemos, continuar esta conversación, me voy y te dejo. Adiós, hija. Señor padre, vaya usted con Dios y El le ilumine para que no continúe usted desatinando tan lastimosamente. Don Paco salió con precipitación y muy enojado de casa de su hija, y no quedó ella menos furiosa.

ASCLEPIGENIA. Es Atenais, hija de Leoncio. PROCLO. ¡La hija de mi docto e ilustre amigo!... ¡El cielo te bendiga, Atenais! ASCLEPIGENIA. ¿Me perdonas, Proclo? PROCLO. No hablemos más de lo pasado: olvidémoslo. ASCLEPIGENIA. ¿Vivirás conmigo? PROCLO. No quiero ni puedo vivir ya sin ti. serás el lucero que ilumine con su luz apacible la melancólica tarde de mi existencia.

El joven diplomático le escribió una carta desolada poniendo su suerte entre sus manos y terminando por estas líneas de una hábil política: «¿Qué debo hacer, Liette? Dígamelo usted, pues ya no lo yo mismo. Apelan a mi honor, a compromisos de familia, a mi gratitud hacia mi tío, a mi piedad por su hija... Yo no oigo más que la voz de mi razón y mi amor... Necesito un guía que me ilumine.

Conque nada, pichona mía, mucho juicio, y pide a Dios que a todos nos ilumine... Y ahora, vidita mía, dile a la madre Larín que quiero hablarle un momento... ¿Eh, pichona?... Cosa de un segundo, avísala , vidita...

Y en el salón daba gritos, mientras los mozos colgaban los tapices de los balcones; hacía aspavientos, e invocaba la tolerancia religiosa, la libertad de cultos y hasta la sesión del juego de pelota. Pero, hombre le decía Ronzal, con deseos de pegarle ¿qué le importa a usted que el Casino cuelgue e ilumine? ¿Qué le ha hecho a usted la Santidad de Pío Nono?

Pero desde ayer he cambiado por completo y soy tan ardiente partidario de la inocencia de ese muchacho como antes estaba dispuesto á creer en su culpa. ¿Y por qué desde ayer? preguntó la señorita de Freneuse. ¿Por qué esa modificación de su espíritu? ¿Quién la ha causado? ¿Ha sabido usted algún hecho que ilumine la situación con una luz nueva?