United States or Isle of Man ? Vote for the TOP Country of the Week !


ASCLEPIGENIA. ¿Qué temple de alma ni qué calabazas? Ella es emperatriz y no necesita de un Crematurgo. ATENAIS. ¿Tiene acaso algún Eumorfo? ASCLEPIGENIA. ¡Vaya si le tiene! Nadie lo ignora, menos , que estás en Babia, y Marciano, que hace la vista gorda. ATENAIS. ¿Y quién es ese feliz mortal? ASCLEPIGENIA. El lindo y gracioso Paulino. ATENAIS. Pues no tiene mal gusto la santa.

Ya te he dicho que la conocí quince años ha. La conocí en Atenas. Plutarco me acabó de enseñar la filosofía. Asclepigenia me inició en los misterios caldeos, en los ritos de las orgías sagradas y en los procedimientos más eficaces de la teurgia. Desde entonces estamos ella y yo ligados por amor espiritual y sublime.

Estrado o parastasio rico y elegante en casa de Asclepigenia adornado con estatuas y pinturas, e iluminado con lámparas, unas pendientes del techo, otras colocadas sobre mesas délficas. ATENAIS. ¿Con que has visto a tu primer amor? ASCLEPIGENIA. , le he visto. Me ha dado lástima. Está flaco, pálido, apergaminado. Y luego ¡qué sucio!

ASCLEPIGENIA. Contigo no echaré de menos ni la riqueza, ni la hermosura corporal... ¿Qué más hermosura, que más riqueza que el tesoro de tu alma? Si es menester, viviremos en la mayor estrecheza. Algo se me estropearán las manos de guisar y de remendarte la ropa.

ATENAIS. Si esa alegoría puede tener alguna aplicación cuando el diálogo se escriba, tal vez interese el diálogo. ASCLEPIGENIA. Suceda lo que suceda, no debe importarnos mucho. Allá se las haya el autor. Nosotros cinco, mortales y dioses, vámonos al triclinio, donde tengo preparada una suculenta y bien condimentada cena. MORTALES Y DIOSES. Vámonos a cenar.

Contigo, por medio de la contemplación, en alas del entusiasmo y del amor sin mácula, me arrobaré, me extasiaré y me perderé en el Uno. PROCLO. Así sea. ASCLEPIGENIA. Ahora tengo que dejarte. No puedo faltar esta noche en mi palacio, donde aguardo visitas. Ve a instalarte allí desde mañana. PROCLO. No aspiro a otra cosa.

Las cosas son como son; y no pueden ser mejores de lo que son, porque, como son, son perfectas según su grado. EUMORFO. Consuélate con ese trabalengua. PROCLO. ¿Y por qué no consolarme? Asclepigenia y yo, con el libre albedrío de nuestras almas, dispusimos amarnos, y nos amamos y seguimos y seguiremos amándonos eternamente, ayudados del favor divino, que acude a nosotros en virtud de la plegaria.

ASCLEPIGENIA. Es Atenais, hija de Leoncio. PROCLO. ¡La hija de mi docto e ilustre amigo!... ¡El cielo te bendiga, Atenais! ASCLEPIGENIA. ¿Me perdonas, Proclo? PROCLO. No hablemos más de lo pasado: olvidémoslo. ASCLEPIGENIA. ¿Vivirás conmigo? PROCLO. No quiero ni puedo vivir ya sin ti. serás el lucero que ilumine con su luz apacible la melancólica tarde de mi existencia.

Cuando el artista quiere representar a la ciencia, a la poesía, a la virtud, ¿no les da forma de mujer? MARINO. Es cierto. PROCLO. No debes, pues, maravillarte de que yo ame en esta mujer a la ciencia, a la poesía y a la virtud con forma visible. MARINO. Ya no me maravillo. ¿Y puedo saber cómo se llama tu amada? PROCLO. Se llama Asclepigenia. Es la hija de mi maestro Plutarco.

En fin, nada le falta. ¿Cómo me compondré para que ella no me falte a ? PROCLO. Lo discurriremos. Para mayor ilustración del asunto, infórmame de quién es esa dama que tan caro te cuesta. CREMATURGO. Es Asclepigenia, la hija del filósofo Plutarco. PROCLO. ¡Profundos cielos! ¿Quién lo hubiera podido imaginar en la vida? eres mi rival. CREMATURGO. ¿Tu rival?