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Vidita, no te me hagas sabia. El mayor encanto de la mujer es la ignorancia. Dime que el sol es una tinaja llena de lumbre; dime que el mundo es una plaza grande y te querré más. Cada disparate te hará subir un grado en el escalafón de la belleza. Sostén que tres y dos son ocho, y superarás a Venus.

Guárdatela le dijo para la desdentada de tu mujer, que se contentará con eso. Vidita, no he podido más y cálmate, que mi señora no tiene nada que ver en nuestras diferencias. ¡Qué difiriencias, si siempre es lo mismo; yo pedir y negar! Ya lucirán días mejores. Pues entonces vienes, galán. Vamos, fierecilla, no seas tan brava, que tu Quintín es capaz de vender el alma al diablo por complacerte.

Y echándome al mismo tiempo los brazos al cuello, comenzó a darme sonoros besos en las mejillas, diciendo: Rico mío. ¿No es verdá que eres mi mariíto? ¿No es verdá que soy tu mujersita? ¿No es verdá que estamos casaos? ¡Di, corasón! ¡Di, vidita! Mientras trataba, avergonzado, de huir sus caricias, exclamaciones de reprobación y vi que las monjitas escapaban asustadas hacia la puerta.

Y se volvió a acostar. Maximiliano, al revolverse, le dio un encontronazo con un omoplato. «¡Ay!, me ha hecho ver las estrellas» dijo para Fortunata, recogiéndose más en su lado. «¿Duermes, viditamurmuró el otro despertándose, y rechupando luego como si tuviera una pastilla en la boca. Pero sin oír la respuesta, se volvió a dormir. vii

; pero aún no era como ahora... no éramos todavía uno de otro. ¡Venías... por lo que yo me !... ¡A estas alturas sabe Dios si tendré encanto ni atractivo para ti! No seas simple, vidita, antes te quería por lo que esperaba, ahora por lo que tengo. ¡Cualquiera diría que ir quince días a París, a Madrid, o donde sea, es una separación eterna!

Aún se conmovía recordando aquella noche en que lo vio llegar pálido como un muerto y chorreando sangre. Serían felices en su pobreza, sin tentar a Dios con nuevas aventuras que podían costarle la vida. ¿Para qué el dinero?... Lo que importa es quererse, Rafaé, y ya verás ¡cachito del arma! cuando estemos en Matanzuela, qué vidita tan dulce voy a darte...

Cuando Gaitica me maltrató y no pude hacerle pedazos ni aplastarle con la zapatilla, también tuve un momento de bochorno, de ira y de desesperación en que quise suicidarme. Pero después me he serenado. Eso de matarse se deja para los tontos. El que quiera viaducto, con su pan se lo coma. A vivir, vidita, que vivir es lo seguro. Alma atrás... Lo quiere el mundo, pues adelante.

Conque nada, pichona mía, mucho juicio, y pide a Dios que a todos nos ilumine... Y ahora, vidita mía, dile a la madre Larín que quiero hablarle un momento... ¿Eh, pichona?... Cosa de un segundo, avísala , vidita...

¿A diario, chica?... No si podré dijo él algo intranquilo. ¿No has de poder? ¡Anda, pillín, que no te arrepentirás! ¿Estás siempre sola? Siempre, vidita. Y vive tranquilo: no soy yo como aquella perdida que... Mala voluntad la tienes. Como que me tenías chaladita y me daba ira de verla cómo se burlaba de ti. ¿Qué hacía?