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Enredóse una discusión política que se prolongó bastante tiempo. Repitiéronse hasta la saciedad todos los lugares comunes que á la sazón llenaban las columnas de los periódicos. Si á D. Lino le faltase este cachito de discusión que por su edad y prestigio venía siempre á reducirse á un monólogo conservador, no tendría ganas de cenar al irse á casa.

De vez en cuando, María de la Luz abandonaba la cocina para correr a la puerta de la iglesia y oír un cachito de misa. Empinándose sobre las puntas de los pies, pasaba su vista por encima de todas las cabezas para fijarse en Rafael, que estaba al lado del capataz, en las gradas que conducían al altar, como una barrera entre el señorío y la pobre gente.

Me meto dentro. Soy de puerto de mar y el agua es mi elemento. Y diciendo y haciendo, saltó con decisión en la barca, que se inclinó de un lado para recibirla; se fue por encima de los bancos hasta la popa, y allí se sentó. ¡Oh! ¡Qué bien se está aquí a la sombra! Y hay su cachito de balanceo... Véngase, padre. En ninguna parte se puede esperar mejor...

Un cachito de gloria, ¿sabes?... Nunca pensé estar tan chalado... Desde que saliste de casa, ni cantan los pájaros en la jaula, ni huelen las flores en el balcón, ni el perro hace otra cosa en todo el día que aullar... Todos parecen decirme: «¡Anda por ellaLa joven permanecía silenciosa y grave.

Y al suspirar de nuevo, pensando en la muerta, le respondió el coro de lamentos que escoltaba el carro. ¡Aaay! ¡Que se ha muerto mi niña! ¡Mi sol relusiente! ¡Mi cachito durse!...

Te vas a llevar lo mejor de esta tierra, la perla de Jerez y su campo. ¿Ves toda la viña de Marchamalo, que vale una millonada?... Pues : aquí lo bueno es esta mocita, este cachito de gracia. Y esto te lo llevas , ladrón... sinvergüenza. Y Rafael reía como un bendito, lo mismo que el señor Fermín. ¡Pero qué don Luis tan gracioso y tan bueno!

Aún se conmovía recordando aquella noche en que lo vio llegar pálido como un muerto y chorreando sangre. Serían felices en su pobreza, sin tentar a Dios con nuevas aventuras que podían costarle la vida. ¿Para qué el dinero?... Lo que importa es quererse, Rafaé, y ya verás ¡cachito del arma! cuando estemos en Matanzuela, qué vidita tan dulce voy a darte...