Vietnam or Thailand ? Vote for the TOP Country of the Week !
Actualizado: 26 de junio de 2025
»Y muy poco más conservo en la memoria de los lances y sucesos de esta aventura, cuyo único mérito para formar capítulo aparte, consiste en haber sido muy deseada, y la primera entre las de mi vida mundana; muy poco más, y eso en tropel confuso; verbigracia: la peste de los salones de entonces, y de ahora, y de siempre; esas criaturas sin sal ni pimienta, insípidas e incoloras, y, estaba por decir, sin sexo ni edad, estúpidamente esclavas de los preceptos de la moda en el vestir, en el moverse y en el hablar; más que niños y mucho menos que hombres, con la insubstancialidad y la ignorancia de los unos, y los atrevimientos y los peores vicios de los otros; ridículos y feos, asaltándome sin tregua ni respiro, devorando con ojos estrellados los repliegues de mi escote, y exponiendo, como mérito sobresaliente para aspirar a mi conquista, el arrastre de las rr de sus impertinencias y el hablar a tropezones la lengua de Castilla, sólo porque sabían que yo me había educado en Francia; las obligadas galanterías de los buenos mozos, por lo común, más nutridas de malas intenciones que de agudezas; los enrevesados conceptos de los galanes presumidos y cortos de genio; las protectoras sonrisas y las paternales franquezas de los personajes maduros, a quienes la edad y la fama autorizan para todo, hasta para ser descomedidos y groseros; los cumplidos extremosos, las ponderaciones de rúbrica y las forzadas protestas de cariño de viejas retocadas, de madres envidiosas y de jovenzuelas casquivanas como yo; el vértigo de la danza casi incesante, en brazos de unos y de otros; los sueños voluptuosos, o la tortura insufrible, según los casos; más tarde, la agonía de la curiosidad, y la vista y el oído cansados por saberse de memoria las figuras, los colores y el rumor del cuadro, cuya luz se va velando por la evaporación del concurso y el polvillo tenue de suelos, galas y afeites, y cuya atmósfera espesa, tibia y saturada de perfumes, repugna a los pulmones y al estómago; después, el quebrantamiento del cuerpo, escozor en los ojos, mucho peso en los párpados, cierto deseo de bostezar... y, al cabo, la vuelta a casa, arrebujada en pieles y casi tiritando en el fondo del carruaje; los elegantes arreos de la fiesta, lacios y marchitos, arrojados con desdén en los sillones del dormitorio; y, por último, el meterme en la cama con la impresión de un escalofrío; el cerrar los ojos y el sentir en el cerebro las caras, los colores, los sonidos, las alfombras, los espejos, las bujías, los lacayos, toda la casa, toda la fiesta hecha un revoltijo, una pelota, aporreándome los oídos y las sienes: la memoria embrollada, el corazón entumecido, la inteligencia embotada para todo discurso; y persiguiéndome y asediándome entre tan cerrada obscuridad, la extraña persuasión, clara como la luz del día, de que nadie me había puesto aquella noche tantos defectos ni me había rebajado tanto en la escala de las elegantes, de las discretas y de las hermosas, como mi amiga Sagrario.
La leyenda que concluyo de contar, dijo mi buen amigo, una vez que terminó aquella, no crean ustedes es de mi invención y prueba de ello que conservo el autógrafo de su autor, el cual me lo dejó como prenda de amistad. Oídos que tal oyen, dije en mi interior.
Para que no se dude de mi veracidad, quiero trasladar aquí un párrafo del <i>Conciso</i> que conservo en la memoria: «Otro de los medios indirectos decía pero muy poderoso, para renovar el entusiasmo, sería volver a usar el antiguo traje español. No es decible lo que esto podría influir en la felicidad de la nación. ¡Oh, padres de la patria, diputados del augusto congreso!
Al son de los instrumentos músicos, venían todos cantando, con deliciosa melodía, un himno del Rig-Veda, del que Morsamor comprendió milagrosamente y conservó en la memoria, no sabemos si con entera fidelidad, las siguientes estrofas: «Áureo germen de luz apareciste al principio. Soberano del mundo llenaste la tierra y el cielo. ¿Eres tú el Dios a quien debemos ofrecer holocausto?».
Fray Miguel se fatigaba tanto al hablar, que, en breve, tenía que suspender su discurso y dejarle para otro día. Prescindiendo nosotros de tales interrupciones, aunque en cierto modo marcándolas e indicándolas, pondremos aquí los diversos fragmentos, unos en pos de otros, en el orden en que Fray Miguel los pronunció y en el que el Padre Ambrosio los conservó por escrito.
Acaso lo haya sido alguna vez, pero en una época tan remota, que no conservo de ello ni el más vago recuerdo. Si yo fui celta, este fausto suceso me aconteció mucho antes del imperio romano, y, desde entonces acá, ¡han pasado tantas cosas! Es posible que, en el transcurso de los siglos, yo haya sido también godo, fenicio y moro.
Se me ocurre que ella ha sospechado. "Y yo conservo por Adriana, cosa curiosa, una simpatía íntima, mientras comprendo que toda la desdicha me viene de ella. Ya ni yo misma me entiendo. Hubiera preferido mil otras rivales. Es muy extraño que no la pueda odiar ni tampoco dejar de quererla mucho. Si ella supiera el amor mío por Julio, estoy segura que tampoco me perdería el cariño.
Melchor quedó un largo rato con la cabeza apoyada en la mano izquierda contemplando la carta que conservó en la derecha, mirándola con los ojos desmesuramente abiertos, como si pretendiera ver algo más allá de aquellos renglones trazados por la mano de su madre idolatrada, hasta que de pronto la llevó a sus labios y la besó...
Entre ella y el alcázar mandó construír una galería de piedra sillería, cubierta de cristales, la cual... comunicaba por fin con la maksurah de la gran mezquita.» Así pues, la galería ó pasadizo se componia de dos trozos, uno del alcázar á la puerta de la Justicia, y otro de esta puerta á la mezquita; y este segundo trozo sería probablemente el que se conservó hasta el siglo XVII. Y la puerta de la Justicia estaria en el muro que es hoy fachada del palacio del Obispo.
Conservó un instante la mano del doctor perdida en la suya, estrujándola con sólo un ligero movimiento, y pasada esta efusión extraordinaria en él, volvióse hacia su secretario, que permanecía de pie junto á la mesa manejando papeles y hojas telegráficas. Siéntate, Luis dijo como si le diese una orden acabo en seguida.
Palabra del Dia
Otros Mirando