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Actualizado: 13 de julio de 2025


La joven permaneció mucho tiempo abstraída en la contemplación del paisaje. De vez en cuando miraba hacia el puente colgante, como si pretendiera reconocer á alguien de los que pasaban la ría. Creyó por un momento ver algo blanco que se agitaba en la plataforma: tal vez un pañuelo que le saludaba con cierta discreción como temeroso de atraerse la curiosidad de la gente.

Dicen que el país no está preparado para la República; pues que lo preparen. Es como si se pretendiera que un hombre supiera nadar sin decidirse a entrar en el agua.

Precisamente, Melchor; eres un modelo que todos estimamos en lo que vale; pero si yo pretendiera imitarte resultaría un mamarracho. ¡Modestia... ché... modestia! Los hombres podemos y debemos imitarnos. Yo podría ser igual a ti o a Ricardo, pero no me conviene... en cambio, ¿a ti te conviene ser como yo?... ¡pues me imitas!

Todos dije, y dije mal: todos menos uno. Este uno se llamaba Simón Cerojo, que había logrado interesar el corazón de una moza de un pueblo inmediato, la cual moza le trajo al matrimonio cuatro mil reales de una herencia que le cayó de repente un año antes de que Simón la pretendiera.

Cierto que no podía darse otro más acomodado a la manera de pensar de la consejera, y, sobre todo, por lo tocante a don Mauricio el Solemne, como ésta le llamaba; pero ¿a qué traer a colación a Pepe Guzmán? ¿Qué había visto en él Sagrario para aconsejarla a ella que no le aceptara por marido «aunque, por milagro de Dios, lo pretendiera»? Por supuesto que esta condicional la usó Sagrario teniendo en cuenta la fama de incasable que gozaba el aludido, no porque la considerara a ella indigna de aquel otro heroísmo de este Guzmán. ¿Cómo había de saber, la muy curiosa y entrometida, lo que ignoraba sobre el caso la misma interesada?

El golpe fue cruel, porque al oírle, Diógenes sintió que le arrancaban de allá, muy hondo, algo que era la esperanza de la vida, la más arraigada de todas las esperanzas, por ser la última, que no se arranca nunca sin llevarse detrás lágrimas de los ojos y sangre del corazón... Cególe un movimiento feroz de ira, porque nada hay más ilógico que el terror, y pareciéndole aquello un robo descarado que venía a hacerle, revolvióse furioso contra el médico como si fuera él quien pretendiera hacerle el hurto, y arrojóle a la cara cuantas injurias y obscenidades encontraron en la sentina de su alma la cólera y el horror... Asustados y sorprendidos el médico y el fondista, retiráronse al punto, dejando a Diógenes solo, revolcándose furioso, comprendiendo por la postración y la angustia que le embargaron al punto tras su arrebato, que el médico no exageraba ni mentía, que la muerte se aproximaba, en efecto, y que era forzoso condenarse o capitular..

Melchor quedó un largo rato con la cabeza apoyada en la mano izquierda contemplando la carta que conservó en la derecha, mirándola con los ojos desmesuramente abiertos, como si pretendiera ver algo más allá de aquellos renglones trazados por la mano de su madre idolatrada, hasta que de pronto la llevó a sus labios y la besó...

Si los manejos de Tirso quedaban reducidos a imposición de misas y rosarios, el caso no valdría la pena de intervenir en ello: lo malo sería que lentamente, sorbida la madre por la devoción, pretendiera luego variar la vida de la casa, que llevase a mal las ideas de su marido, que surgieran las exigencias, la intolerancia, el enojo por la falta de piedad y cuanto el fanatismo religioso trae consigo.

Era natural, dado el tiempo en que vivía, que Velázquez pretendiera ir a Italia; Rubens debió de aconsejárselo y el Rey, lejos de oponerse «habiéndoselo prometido varias veces dice Pacheco cumpliendo su real palabra y animándole mucho, le dio licencia, y para su viaje cuatrocientos ducados en plata, haciéndole pagar dos años de su salario.

Ya no era posible evitar esto, porque la infamia se había consumado; pero ¿por qué al dolor de esta puñalada se había de añadir otro más hondo todavía? ¿No era sobrada crueldad herirla, para que también se pretendiera matarla? ¿En qué me rebelaba yo contra las iras del cielo, que castigaban mis pecados, pidiendo la vida de la inocente?

Palabra del Dia

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