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Actualizado: 24 de septiembre de 2025
Tuvo, sí, miedo de su furia y puso pies en polvorosa. Sin embargo, al llegar a la puerta de la sala, y antes de apresurar el paso y aun de echar a correr, no pudo resistir a la tentación de imitar a los partos y de disparar huyendo la más emponzoñada flecha. Señor valiente dijo . No disimule usted su miedo con la cólera. El caso es grave.
Cuando a la mañana siguiente, todo el mundo en pie, después de una noche de reposo, se preparaba para montar a caballo, comprobé con una cólera indecible que mi tuerto maldecido brillaba aún por su ausencia. Resolví continuar el viaje, porque retroceder era inútil, y además de indagar en el camino si me había precedido, hacer jugar el telégrafo, una vez llegado a Honda.
No sé a quien he oído decir que el cólera morbo es una enfermedad nerviosa. De modo, que cuando no se tiene sueño, cuando no se tiene dinero, y se tiene frío, y se oye el tic-tac de un péndulo, en medio del silencio de la noche, se está muy expuesto a ser un caso.
¡Tú! exclamó con tanto asombro como cólera . Ya no me acordaba que eres servidor de mi famosa parienta la condesa. ¿Conque la sacaste tú? Y la volveré a sacar. Tú bromeas... no pienses que me apuro mucho... ¿Crees que insisto en casarme con ella?... Pues ahora de mejores veras debes poner los pies en polvorosa, porque voy a contarle a mamá tu hazaña... Francamente, yo creí que era una calumnia.
El ama imaginó en seguida que su señor estaba en peligro de muerte por las asechanzas del cura de F..., con quien mantenía rivalidad desde la compra de cierta mula que ambos apetecían, y sin más reparar, con la paleta del fogón le dio un golpe en la cabeza. Similia similibus curantur. Gracias a este revulsivo poderoso apaciguose la cólera de los clérigos.
Si hubiera tenido un hijo ... ¡mío! le hubiera adorado! ¡Cuántas veces he llorado de pena y de cólera al pasar por los jardines donde jugaban los niños á la vista de sus madres!... La envidia, el pesar me oprimían el corazón y achacaba la responsabilidad de mis torturas al que había desbaratado mis proyectos y destruído mi porvenir. ¡Y eres tú el que me acusa de no haber amado! ¡Tú!
Que presente, pues, las pruebas; que las presente dijo conteniendo mal su cólera por respeto al rey, Lerma ; entre tanto, señor, yo me retiro á mi hogar, y dejo el honroso puesto que vuestra majestad me ha dado.
Sí dijo D. Benigno, cayendo en sombría tristeza , es el Cólera morbo asiático. Al oír este nombre repulsivo y espantoso, Sola sintió correr por su cuerpo un frío displicente. Cordero sintió lo mismo. Esa enfermedad añadió , ha aparecido en Andalucía. Las personas van muy tranquilas por la calle, y de repente ¡plaf! se caen al suelo y se mueren.
Qué exageración, mi pobre Francisca... ¡Cómo! exclamó Francisca con cólera, ¿encuentras divertido vivir en medio de los aiglemonteses?... Pues sólo con pasar por las calles un poco estrechas de este viejo Aiglemont, atrapo yo el spleen... ¡Pobre Francisca! dije con sonrisa burlona. Sí, búrlate de mí, pero eso no quita que esté muy harta de esta vida.
Extendíase este por detrás de Biarritz, estrellándose contra las rocas con furor inmenso, amenazador e imponente, bajo aquel límpido azul y con aquel sosegado tiempo, como un gesto de terrible cólera en el rostro de una serena divinidad.
Palabra del Dia
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