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Que aún no quisieron darle el matemático; Porque considerando que la cólera De un español sentado no se templa Si no le representan en dos horas Hasta el final jüicio desde el Génesis; Yo hallo que si allí se ha de dar gusto, Con lo que se consigue es lo más justo.

A ti no te importa eso.... Toma varas con los sayos negros y déjame a . ¡Borracho! ¡Pues y !.. exclamó Tablas, mascando su cólera . Vamos, no quiero incomodarme.... ¿Por qué has recibido a los clérigos? Porque es mi santa voluntad. Soy reina de mi casa. Reinita nada menos....

Su cólera contra la corte rusa, que se había ido aglomerando de un modo inconsciente desde su lejana expulsión de Petersburgo, estalló ahora á impulsos del egoísmo. El zar y sus consejeros, deseosos de rusificar toda la Europa oriental, eran los culpables de la guerra.

En los días que siguieron, éste no se mostró irritado, ni aun severo con la delincuente. Toda su cólera y malquerencia eran para el Duque. Le acusaba de haber abusado inicuamente de la confianza de su suegro para despertar en la pobre Cecilia pasiones que siempre habían estado dormidas.

Porque la cólera Española está mejor con la pintura que con la historia; dígolo porque una tabla ó lienzo de una vez ofrece quanto tiene, y la historia se entrega al entendimiento ó memoria con mas dificultad, pues es al paso de los libros ó capitulos en que el autor las distribuye.

A aquella pregunta, todos detuvieron sus faenas, y todos callaron; pero las miradas de todos se fijaron en un mozangón que miraba entre turbado é insolente á Montiño. ¿Has sido , Aldaba del infierno, has sido ? exclamó Montiño arrojando con cólera la tapadera, y echando mano á la espada que desenvainó.

No debes transigir. Pero la transigencia, como la intransigencia, tiene sus métodos. Se puede ser intransigente con bondad, con dulzura, con suavidad. No te pongas nunca furiosa; no seas agria, díscola, violenta. La cólera es el peor de los métodos. Cuando llega estoy lo más enfadada. Pero sólo con verle se me pasa el enojo. Su presencia es para lo que para los pájaros la aurora.

Momentos después del altercado, mi tía Medea se había visto atacada súbitamente de una abundante evacuación de sangre por las narices; pero en el paroxismo de su cólera, temblando nerviosamente de ira, se había contentado con sorber en abundancia y ruidosamente grandes cantidades de agua salada, atarse fuertemente el brazo derecho o ponerse en los lujuriosos rodetes de su nuca adiposa la llave consabida que aconseja la terapéutica popular.

Su cólera se revolvió impotente contra la solidez inconmovible de la madera. De pronto empezó á llorar. Se había ablandado su voluntad al sentirse débil é indefensa como una criatura abandonada. Toda su vida pareció concentrarla en sus lágrimas y su voz suplicante.