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Sus efectos pueden compararse á los de un acceso de cólera que escita tumultuosamente, pero que abate despues sin medida. § II. Efectos fisiológicos.

Tosía, agarrándose a la mesa, como si la cólera le amagase con una congestión, y pudiera caer redondo en el suelo. Luego vinieron las lamentaciones del industrial. ¡Para esto había servido el saqueo que durante su ausencia había hecho en sus mejores vinos el empecatado pariente!

¡Hurra por el cura! rugió D. Martín, echando el caballo y recogiendo la baza. Amigo, yo pensé que D. Martín no tendría el caballo suspiró D. Norberto, dirigiéndose a Consejero con ojos de angustia. Lo pensó usted porque es un babieca y lo ha sido toda su vida repuso éste con afectada naturalidad donde se traslucía la cólera.

Ella se dejó lavar la herida con un abandono de criatura enferma, fijando en su agresor unos ojos implorantes, que se abrían enteros por primera vez. Cuando la sangre cesó de surgir, formándose en la sien una mancha roja de coágulo, Ferragut intentó levantarla. No, déjame así murmuró ella . Prefiero estar á tus pies. Soy tu esclava... tu cosa. Pégame más, si eso calma tu cólera.

Sobre ambos, un farol de gas alumbraba con rojiza luz aquella escena indefinible en que la necesidad desesperada, de un lado y la integridad vacilante de otro, se batían con furor. ¡Dinero y hermosura, sois los dos filos de la espada de Satanás! «Soy pobre repitió Miquis, haciendo un esfuerzo ; vete a París. ¡Augusto!». Augusto sintió cólera.

Tiemblo por usted y tiemblo por . Gillespie no necesitaba oir al profesor para darse cuenta de la gravedad de su acto. Pero renacía su cólera al acordarse de los pinchazos de aquellos pigmeos, y creía sentir aún el dolor en sus piernas. ¿Por qué no lo habían dejado dormir en paz?...

Era una pólvora aquella criatura; buenísima en el fondo, con un corazón de cordera, pero arrebatada como pocas. Dejándola serenarse, incapaz de hacer daño a una hormiga, pero en un instante de cólera Dios sabe adónde podía llegar... Por supuesto añadió con un guiño malicioso que tiene a quien parecerse; porque usted, señor Ángel, que ordinariamente es una malva, ¡tiene un modo de dispararse!

Maltrana, anonadado por la cólera del personaje, intentó defenderse. No había hablado de la paternidad del libro: y era verdad. Tal vez sus enemigos se enterarían de que era él quien iba a la imprenta para corregir la obra; tal vez la indiscreción viniese de otro lado... pero él lo juraba: nada había dicho.

La abuela se esforzó en vano por establecer que la respetabilidad personal, las cualidades del joven, su sinceridad y su lealtad evidente eran dignas de otra acogida. Ni el señor de Brenay ni su mujer quisieron conceder nada, y Petra, herida en su amor propio, no consintió tampoco en deponer su cólera.

¡El vino! ¡El mardito vino! decía María de la Luz con expresión de cólera, haciendo al líquido de oro responsable de su desgracia. , el vino repetía Fermín. Y con el pensamiento evocaba a Salvatierra, recordando sus anatemas a la maléfica divinidad que regulaba todas las acciones y los afectos de un pueblo esclavizado por ella.