Vietnam or Thailand ? Vote for the TOP Country of the Week !
Actualizado: 21 de julio de 2025
Ella le había estrechado entonces contra su corazón con delirio, con fuerza increíble, como si quisiese incrustarle a él en el pecho todo lo que le amaba o quisiera incrustarse en el suyo propio aquella imagen tan querida; su frente ya arrugada descansaba en su hombro, y sus labios temblorosos le dijeron al oído: ¡Juan, hijo mío!... ¡Que seas buen cristiano y reces a la Virgen de Regla!... ¡Que te acuerdes de tu padre, que murió como un santo!... ¡Te lo digo, hijo, te lo digo; lo sé, lo sé, que no puede morir bien quien no vive como cristiano!...
El padre Aliaga calló y siguió paseándose lento y solemne por la celda con la carta de doña Clara arrugada entre las manos... Pasó algún tiempo. Oyéronse al fin pasos en el corredor. Pasos tardos y acompasados. Se abrió la puerta de la celda y apareció el hermano Pedro. Aquel lego en quien el padre Aliaga tenía tanta confianza.
Alicia, por instinto femenil, se había apresurado á llevar otra vez el pañuelo á su cara al sentirse libre de la mano de Miguel. Debía estar fea con los ojos acuosos, la boca pálida, la nariz enrojecida por el llanto. Pero las palabras del príncipe produjeron en ella tal sorpresa y tal deseo de repeler una suposición injuriosa, que separó la arrugada batista de su rostro.
Uno, padrazo ya, con el corazón estremecido y la frente arrugada, se contenta con un traje negro bien cepillado y sin manchas, con el cual, y una cara honrada, se está bien y se es bien recibido en todas partes; pero, ¡para la mujer, a quien hemos hecho sufrir tanto! ¡para los hijos, que nos vuelven locos y ambiciosos, y nos ponen en el corazón la embriaguez del vino, y en las manos el arma de los conquistadores! ¡para ellos, oh, para ellos, todo nos parece poco!
La veía blanca, con sus adorables redondeces y sus ojos tímidos y bajos, que parecían ocultar como un pecado el negro ardor de sus pupilas. ¡Dejarla! ¡no verla más!... ¡Y ella iba a ser de uno de aquellos bárbaros, que profanarían su belleza usándola en las faenas del campo, convirtiéndola poco a poco en una bestia agrícola, negra, callosa y arrugada!...
Y al mirarlo ya léjos, engañado, la vida de mi mente desechaba, y recostando la arrugada frente en mi mano convulsa, que abrasaba, maldecia el presente y, cobarde, lloraba... ¡Como si el árbol que de hermosas flores la Primavera plácida engalana, las conservára en el ardiente Estío! El sol marchita y borra sus colores dando al tiempo tributo, y tras la flor galana hincha su piel el sazonado fruto.
Por último, se acercó una mujer, la joven la detuvo y respetuosamente la hizo su pregunta. ¿La calle del Humilladero? dijo la mujer, que era una vieja arrugada y con voz gangosa. Sí, señora. ¿Le parece á usted que está bien detener á las personas honradas de este modo? contestó la vieja muy incomodada.
Es muy vieja, toda arrugada, con ese color oscuro y clásico que tienen las nueces de los nogales centenarios. Atraviesa la nave, y el lento arrastrar de sus madreñas cuenta sus años. Aquella mujeruca sirve desde niña en la casa de Don Juan Manuel Montenegro: Es Micaela la Roja, que conoció a los difuntos señores cuando entró de rapaza de las vacas, por el yantar y el vestido.
Un momento después penetró en la sala, pisando tímidamente, un aldeano de madura edad, con la chaqueta al hombro, barba de quince días, y dando vueltas en las manos á un mugriento sombrero que solamente cesaba de girar cuando el aldeano sacaba una de ellas de la arrugada copa para retirar hacia atrás las ásperas y encanecidas greñas que le caían sobre los ojos. Tengan ustedes buenas tardes.
Oprimía contra su pecho a una miserable criatura de pocos meses, en cuya carita arrugada la muerte ya había impreso su marca. Rezaba con fervor por ella, mientras los cirios iban gastándose gradualmente, los pobres cirios que esta desgraciada mujer había colocado delante de la humilde imagen de San Antonio.
Palabra del Dia
Otros Mirando