Vietnam or Thailand ? Vote for the TOP Country of the Week !
Actualizado: 23 de junio de 2025
¡Era demasiado para don Mariano!... ¡Con qué gusto se cambiaría por aquel afortunado capitán Pérez!... ¡Y pensar que tan odioso militarejo pudiese llegar de un momento a otro a destruir el pequeño e inocente placer de su amistad con la deliciosa criatura, como un asno que arranca con los dientes, al pasar por un jardín, una florida mata de claveles!
Pero, amigo mío prosiguió él, menos afectado que yo por la bebida hemos sabido que a Mariquilla de las Nieves la corteja... ¡cortejar!, hermosa palabra que no tiene igual en ningún idioma... pues decía que la corteja un guapo de Jerez que se me figura es más afortunado que nosotros. Sin duda a ese es a quien usted quiere matar.
He sido más afortunado que tú dijo Salvador, apartándole otra vez del fuego, que le atraía como a mariposa , porque yo hace tiempo que he olvidado todas las ofensas; hace tiempo que he cogido todos los rencores y arrancándolos de mí los he echado fuera, como se echa este papel al fuego. Salvador arrojó al fuego un papel que ardió instantáneamente con llamarada juguetona.
¡Loco! sí... debéis estarlo... loco de felicidad. No, no; loco de desesperación. ¿Y por qué? ¿no sois afortunado? la mujer más pura y más hermosa y más codiciada de la corte os ama. La comedianta que á todos enamora, que á todos desespera, y que tiene buen corazón, es... vuestra hermana.
Alguna palabra suelta, suspiros y lamentaciones del pobre enfermo, eran la única expresión verbal de aquella triste escena, más elocuente cuanto más callada. El médico vino al fin. Cándida, no quiso dejarle de la mano hasta entrar con él en la casa. Era un viejo afable, de la escuela antigua, excelente diagnosticador, tímido para prescribir, y según se decía, poco afortunado.
Muñoz, intrigado, pensó por un momento que Julio se había fingido tan abatido para evitar una explicación, o por alguna rara delicadeza de rival afortunado. ¡Lo que menos necesito es eso, su cortesía! exclamó en voz alta. ¿La cortesía de quién? le preguntó Charito. No haga caso, esta noche han de perdonarme cualquier desvarío. Es un mal momento de mi vida.
El respetable Butrón daba puñetazos en los muebles y cruzaba a grandes zancadas el aposento, llamando a su mujer, según su costumbre, unas veces Geno, otras Veva, nunca por completo Genoveva y prodigándola con todas sus letras los dicterios de imbécil, estúpida, vieja del diablo, beata de Barrabás, que no sabiendo sino rezar el Pater noster, quería darle lecciones a él, Pirro en el ingenio, Ulises en la prudencia, Anteo en el ánimo, Alejandro en la magnanimidad y Escipión en lo afortunado.
En el fondo estaba sorprendido de verse a sí mismo tan alto; había hecho esfuerzos para convencerse de que su caudal, que no dependía mas que de un matrimonio afortunado y de la suerte, era obra de su talento y de su perseverancia. Don Matías era el tipo del buen burgués: bruto, rutinario, indelicado y, en el ondo, inmoral. Toda rutina le parecía santa, el precedente la mejor razón.
En cuanto á vuestro padre, bien se está allí donde se está; y en verdad y en mi ánima, que si no fuera por vos, ya estaría yo con él. ¿En la eternidad? Decís bien; pero yo me entiendo y Dios me entiende. ¿Estaréis también enamorado y desesperado? ¡Enamorado! no lo sé, pudiera ser. ¡Desesperado! no, porque á mí no me desesperan las mujeres. Soy muy afortunado. O muy pobre.
Y este rústico afortunado, al verse rico, sin más mérito que el capricho de la suerte, se daba aires de inteligente con la petulancia que proporciona el dinero y acosaba a Rafael, a su diputado, con una reforma de tarifas de ferrocarril para esparcir la naranja por el interior de España. ¡Como si él hubiese necesitado de planes para hacerse rico!
Palabra del Dia
Otros Mirando