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Iba delante de un grupo de chiquillos que venían de la «Escuela Nacional», alegres, parlanchines, con sus bolsas de brin en bandolera, muy cuidadosos de sus tinteros, unas botellitas tapadas con un corcho y pendientes de un hilo que los granujas se enredaban en el índice de la mano derecha.

Concluída la elección, nuevamente sonó la música, desaparecieron de la mesa tinteros y cuartillas, sustituyéndose con finos manteles de piña, que bien pronto se cubrieron de manjares. Se almorzó y acto continuo se retiró á descansar el Alcalde, habiendo antes prevenido, que las quintas las haría á las cinco de la tarde.

Sobre la mesa descansaban algunos breviarios, algunas plumas de ave, algunos tinteros y una buena cantidad de polvos de escribir. Un armario inmenso, colosal, tapaba casi por entero uno de los lienzos de la estancia. Cerca de él, amontonados formando pila, unos cuantos feísimos y desvencijados cofres.

En el principal vivía, al comenzar este relato, un pañero, contratista de vestuario de presidios, en cuyos tratos, por quedar clavado, hacía de redentor el fisco; ocupaba el segundo un sastre de gente chula, que era además teniente de Voluntarios de la Libertad, como entonces se llamaba a los milicianos nacionales, y se recogía de noche en la bohardilla un matrimonio, sospechado de no serlo, que pasaba el día en los soportales de la calle de Toledo labrando cucharas de palo y vigilando un puesto en que se vendían ligas, bolsillos de punto, castañuelas, navajas y tinteros de cuerno.

Recordaba el atlot todo lo ocurrido después, con el orgullo del que ha gozado el honor de presenciar un suceso histórico. Habían llegado de la ciudad el juez con su bastón de borlas, el oficial de la Guardia civil y dos señores que llevaban papeles y tinteros, todos con escolta de tricornios y fusiles.

Allí, en la Aduana, estaba tan fuera de su lugar, como una antigua espada, ya enmohecida, después de haber fulgurado en cien combates, pero conservando aun algún brillo en la hoja, lo estaría en medio de las plumas, tinteros, pisapapeles y reglas de caoba del bufete de uno de los empleados subalternos.

Pero como el abofeteado tenía amigos en la escuela, al ver la bandera encarnada, echáronse sobre los agresores y se armó la gorda. Eso explica, lector, ese cuadro, verdadero campo de Agramante, que has visto al asomar al gran salón; por eso gimen unos, brincan otros, vocean todos, y se cruzan por el aire libros, plumas, almadreñas y tinteros.

La mesa de la votación con sus cuartillas, sus trece tinteros, convenientemente separados, y las sillas que rodeaban aquella, más bien la semejaban á la de confección de un periódico que á otra cosa, por más que esa cosa sea tan grave y trascendental para el pueblo, como el nombramiento de su municipio.

Aquella buena mujer que pared por medio de la Sanguijuelera vivía, tenía por consorte a un rico mercader americano. Modesto Rico tenía un tingladillo de clavos usados, espuelas rotas, hebillas, cerraduras mohosas, jaulas de loros, abolladas alambreras y tinteros de cobre. Era además lañador y lañaba de lo lindo. Ganaba poco, y este poco se lo quitaba su afición a la horchata de cepas.

Una ancha mesa, con un dorado sitial en el centro, y otra formando martillo con aquella, provista de trece tinteros sujetando bajo su base blancas cuartillas, se destacaban en el testero de la derecha.