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Hora tras hora, había querido reproducir sobre el estirado trozo de vitela que tenía delante, aquellas iluminaciones que adornaban sus breviarios y misales y le proporcionaran renombre artístico.

Al sentarse, cruzaba la pierna para lucir la calza de seda y la hebilla de oro del zapato. Sus blancas manos regordetas parecían de mujer; pero los ojos aguileños y fuertes y la bronca voz, cuyos tonos profundos comunicaban su vibración a los objetos convecinos, denotaban hombría y reciedumbre. Sus breviarios ostentaban en la cubierta las armas de los Mendozas.

Su ciencia era su fe religiosa, y ni para rezar necesitaba breviarios ni florilogios, pues todas las oraciones las sabía de memoria. Lo impreso era para él música, garabatos que no sirven de nada. Uno de los hombres que menos admiraba Plácido era Guttenberg. Pero el aburrimiento de su enfermedad le hizo desear la compañía de alguno de estos habladores mudos que llamamos libros.

Sobre la mesa descansaban algunos breviarios, algunas plumas de ave, algunos tinteros y una buena cantidad de polvos de escribir. Un armario inmenso, colosal, tapaba casi por entero uno de los lienzos de la estancia. Cerca de él, amontonados formando pila, unos cuantos feísimos y desvencijados cofres.

Yo no qué sentimiento salvaje, más imperioso que nunca, me incitaba a perderme en el seno mismo de aquella extensa campiña en plena explosión de savia. Recuerdo que allá lejos divisé a los seminaristas desfilando dos a dos a lo largo de las setas floridas, conducidos por viejos sacerdotes que al tiempo que caminaban leían sus breviarios.

Muchas personas han pasado este arroyo y han visto esta guaca, porque han oido lo ya dicho á los indios, y han visto esta piedra: que preguntando á los indios que qué figura tenia este Viracocha cuando ansí le vieron los antiguos, segun que dello ellos tenian noticia, y dijéronme que era un hombre alto de cuerpo y que tenia una vestidura blanca que le daba hasta los piés, y questa vestidura traia ceñida; é que traia el cabello corto y una corona hecha en la cabeza á manera de sacerdote; y que andaba destocado, y que traia en las manos cierta cosa que á ellos les parece el dia de hoy como estos breviarios que los sacerdotes traian en las manos.

Tambien se dispuso que se beneficiasen á favor de la obra todos los Misales y Breviarios con los demas libros sagrados que se habian impreso en Sevilla el año 1524, y que los vasos de plata que no eran necesarios en la iglesia se vendiesen para el mismo fin.

Un día se encaminó a un prado, cercano al monasterio, en el cual crecía gran número de flores de diversas especies, y estas quizás, le recordaron las que tantas veces había trazado, idealizadas, en breviarios y misales, pues nuevas lágrimas de dolor nublaron sus ojos.