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Vos sois como todos; más materia que alma... al menos para ... en el teatro veréis á la Angela, á la Andrea, á la Mari Díaz, que es muy hermosa, alta, gallarda, con un cuello de cisne, unas manos de diosa, un talle de clavel, y sus grandes ojos azules... los ojos más graciosamente desvergonzados del mundo; cuando os vea tan hermoso... sobre todo, cuando os vea conmigo, de seguro se pone en campaña, y empieza á disparar contra vos... mejor dicho, contra , toda su batería de miradas y de suspiros enamorados. ¡Oh! tengo miedo... y sin embargo, os llevo porque quiero probaros... si me hacéis traición, mejor... os olvido... os perdono... y me quedo libre de un galanteo que puede acabar por romperme el corazón; si os mantenéis firme... ¡oh! eso sería una felicidad... porque me probaría que vos sois para lo mismo que yo soy para vos.

Amigo mío, proporcióneme usted un hombre con quien romperme el alma. ¿Tiene usted <i>spleen</i>? Horroroso. Y yo. Los españoles también solemos padecer esa enfermedad. Es muy raro. En buena ocasión me ha salido usted hoy al encuentro. ¿Por qué? Porque tenía una mala tentación.

Y, por fin y remate de todo, romperme mis cueros y derramarme mi vino; que derramada le vea yo su sangre. ¡Pues no se piense; que, por los huesos de mi padre y por el siglo de mi madre, si no me lo han de pagar un cuarto sobre otro, o no me llamaría yo como me llamo ni sería hija de quien soy!

Yo te creía más pacífico... ¡Me has dado un susto!... Todavía me late el corazón con prisa. ¡Ah, señorita! ¡Si usted supiera el sentimiento que tengo por haber hecho esa barbaridad!... Me estaría dando de palos hasta romperme la cabeza, por bruto. Pero ya ve usted, era mi primo... Usted es muy buena, señorita, y me perdonará, ¿no es cierto?

No tenga miedo, señor arcipreste... murmuró gravemente Barbacana . Perro que ladra no muerde. Ni a romperme un vidrio se atreverán esos bocalanes. Pero conviene estar dispuesto, por si acaso, a enseñarles los dientes. Resonaban nutridos y feroces los mueras; mas en efecto, ni una piedra sola venía a herir los cristales.

Me ha faltado poco para romperme la cabeza contra una de nuestras calderas. ¡Qué suerte! ¿Estará la otra por estos alrededores? Nada extraño sería. Los mismos motivos que han tenido para abandonar ésta tienen que inducirlos a soltar la otra. ¡Silencio! dijo Cornelio. ¿Qué hay? No oigo más los gritos de los salvajes, tío. ¿Habrán ya llegado al bosque? ¿Habrán advertido que los seguimos?

El convento es un nido de zelos, de rencillas y de desesperacion. Verdad es que por algunas malas misiones de quaresma que he predicado, me han dado algunos quartos, que la mitad me ha robado el guardian: lo restante me sirve para mantener mozas; pero quando por la noche entro en mi celda, me dan impulsos de romperme la cabeza contra las paredes, y lo mismo sucede á todos los demas religiosos.

Las ventanas parecían lanzar llamaradas, y por encima de la techumbre se amontonaba una espesa nube, semejante a un palio formado por un torbellino de humo negro. Me oprimí el corazón con las manos; creí que sus latidos iban a romperme el pecho, tan violenta era la impresión que experimentaba ante ese espectáculo.

Mira, cuando pienso en lo que ha venido a parar nuestro orgullo, todos los nervios me vibran, y pacífico como soy, no , siento ansias de atropellarlo todo o de romperme la cabeza contra esa pared. ¡Señor! yo he trabajado honradamente toda mi vida; no he distraído jamás un centavo de mi humilde paga, ¡ puedes decirlo, Casilda! todo para la casa, todo para el niño de la casa: que se eduque bien, que se vista bien, que viva, que goce... mañana, hombre de provecho, me resarcirá de mis desvelos, y esa fortuna que su padre ha perdido, por desgracia y por inepcia, lo confieso, él sabrá reconquistarla por medio de la labor honesta... en lugar de esto, ¿qué sucede, Casilda? que no contento con el sacrificio que le hemos hecho, de dedicar nuestra vida al cuidado de la suya, de ahogar nuestros deseos más humildes para dar expansión a los suyos, y de haber comprometido nuestra posición modestísima, quiere ahora tomar nuestra dignidad, lo único que nos queda, lo único que nos ha dejado... ¡No, esto no será, porque yo no quiero que sea! ¿debe? que pague; ¿no puede pagar? ¡que reviente!

Viéndola obstinada en cerrarme el paso, trepé sobre el bosque y la acompañé algún tiempo así con riesgo constante de romperme la cabeza contra los árboles, y llegado el momento oportuno de cerrarle el paso, franqueé de un salto el declive y cayendo en lo hondo del camino detuve mi caballo y lo cuarteé.