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Tres son los conductos por los cuales solemos adquirir conocimiento de lo que pasa en tiempos y lugares distantes: los periódicos, las relaciones de los viajeros, y las historias. Diré cuatro palabras sobre cada uno de ellos . Una ilusion.

lo has dicho: no hay mal que cien años dure, y cuando se tocan de cerca los grandes inconvenientes de vivir lejos de la ley, no hay más remedio que volver a ella. Ahora te parece imposible; pero volverás. Si es lo natural, es lo fácil, lo fácil... Solemos decir: «tal cosa no llega nunca». Y sin embargo llega, y apenas nos sorprende por la suavidad con que ha venido.

Antes jugaba mucho al tresillo; ahora se le halla casi toda la noche y parte de la tarde fumando y tomando café en una mesa, cerca de la de billar, viendo cómo juegan el hijo del boticario y el Ayudante de Marina, hablando con ellos a su modo a ratos, y a ratos con dos abogados y un médico, jóvenes, de lo más culto y tratable que hay aquí, y conmigo, que solemos acompañarle...

Más disimula este buen alguacil en un día que nosotros le podemos ni solemos dar en ciento.

¿Y V. por qué ha hecho eso? le pregunté con la falta de delicadeza, mejor dicho, con la brutalidad de que solemos estar tan bien provistos los caballeros. Por nada repuso desprendiéndose de mi brazo repentinamente y echando a correr. La seguí y la alcancé pronto. ¡Qué polvorilla es V.! le dije echándolo a broma ¡Vaya un modo de despedirse!... Perdón si la he ofendido...

Para mas clara inteligencia de estas cosas conviene saber, que los objetos que se presentan á los sentidos, solo causan en el alma aquellas impresiones, que son necesarias para la conservacion del cuerpo; de modo, que el dolor advierte al alma el daño que el cuerpo padece, y el placer muestra su buena constitucion. Por esto solemos tener por males los dolores y por bienes los gustos y deleytes.

¿Y V. por qué ha hecho eso? le pregunté con la falta de delicadeza, mejor dicho, con la brutalidad de que solemos estar tan bien provistos los caballeros. Por nada repuso desprendiéndose de mi brazo repentinamente y echando a correr. La seguí y la alcancé pronto. ¡Qué polvorilla es V.! le dije echándolo a broma ¡Vaya un modo de despedirse!... Perdón si la he ofendido...

Los escritores solemos dirigirnos a «el lector», poco más o menos, así como los criados se dirigen a «el señor». Desgraciadamente, este concepto de «el lector» es demasiado vago. Por lo general, el lector tiene una personalidad multiforme y a veces carece de existencia.

Porque no exigimos demasiado de la vida; porque no suspiramos en pos de una felicidad alambicada. Es opinó la marquesa porque solemos tener todas las aficiones propias de nuestra edad. Es dijo Rita porque cada uno hace lo que le da la gana. Es observó la condesa porque nuestro hermoso cielo derrama el bienestar en nuestro ánimo.

Lo que me preocupa es la centralización que proviene de la iniciativa individual, y del empeño que todos solemos tener de vivir en la capital y de abandonar los campos, las aldeas y hasta las ciudades que no consideramos de grande importancia.