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Y Tiburcio respondía riendo siempre: Tiempo te sobró para matarle cuando estabas suelto. Ahora te atamos por caridad y para que no mueras. Blasfemó, chilló e insultó de nuevo Pedro Carvallo. Teletusa pensó y propuso ponerle una mordaza, pero no lo consintió donna Olimpia y con voz imperiosa dijo: Llevadle al desván con los otros, echad la llave y traédmela. Que pasen allí la noche.

Otras veces, después de la lectura de algún artículo exaltado inserto en La Sombra de Lacy, en El Argos, en El Grito de Riego, ó en El Zurriago, y tras violentos discursos y empeñadas polémicas, todo aquel concurso se arrojaba á la calle y recorría varios lugares, dando vivas y mueras, hasta quedar rendidos.

Carmen, poseída de piedad, comenzó a decirle con su voz hialina, como susurro de arroyo: Yo te perdono, Julio; yo tengo mucha lástima de ti...; yo te quiero...; y Dios también te quiere y te perdona...; no te mueras con rencor ni con maldad...; reza..., reza el nombre de Jesús...; ya amanece tu día, Julio....

Pues aguántate aquí a la vera nuestra dijo Bermúdez después de reírse con Nieves de la ocurrencia de Catana, que hablaba siempre con la mayor seriedad , para que te mueras pronto y de una vez, y a gusto mío... Y vamos a ello, empezando por lo de adentro por ser lo peor. Esta pieza en que nos hallamos, como te dije anoche, ¿te acuerdas Nieves? es el salón de recibir, vamos, el estrado.

María... ¿Te vas?... No..., iba a ver si llegaba el padre. ¿Pero no te irás?... No, hombre, descuida; no me voy... ¿Estarás aquí hasta que muera?... Hasta que mueras estaré replicó ella dulcemente.

Para lo que yo hago en este mundo... no ... valdría más... ¡Ay, qué desgraciada soy! ¡Re...! ¡Bendita sea tu alma! Lo primerito que le pido al Señor, lo juro por estas cruces, es que te mueras. Las dos se echaron a llorar. En tanto doña Lupe sostenía una gallarda disputa con Severiana. «Ya lo he dicho y no hay más que hablar.

Pero sea de ello lo que se quiera, el anciano médico se adelantó rápidamente hacia el ministro y le asió del brazo. ¡Insensato, detente! ¿qué intentas hacer? le dijo en voz baja. ¡Haz seña á esa mujer de que se aleje! ¡Haz que se retire también esta niña! Todo irá bien. ¡No manches tu buen nombre, ni mueras deshonrado! ¡Todavía puedo salvarte! ¿Quieres cubrir de ignominia tu sagrada profesión?

Antes de mal rayo mueras Primero que pase el dia. Conmigo las has de haber, Y de modo, que te aviso Que dirá el que nunca quiso: Mas me valiera querer. No estés, Zara, descontenta, Dexa el remedio en mi mano, Que á este falso cristiano, Yo le haré que se arrepienta. No es bien que por mal se lleve. Ni bien llevallo por bien. Cese, Aurelio, tu desden. Con eso el falso se atreve.

Cuando volvió a la pizarra, el oro estaba a 347 y el tumulto era tan grande, que aquello parecía una sucursal del infierno. El joven pálido, encaramado sobre una silla, gritaba como un poseído: ¡Ladrones, ladrones, ladrones! Se le hacía coro con carcajadas, bastonazos y gritos. Del lado del pasillo, ocupado siempre por Jacinto y sus amigos, se oían, como redobles de tambor, los mueras a Schlingen.

Pero yo no quiero que mueras, grandísimo majadero. Yo te ordeno que sigas viviendo, y debes obedecerme... Imagínate que soy tu padre... Tu padre no, porque murió siendo niño... Hazte cuenta que soy tu madre, tu vieja mamá, á la que tanto quieres, y que te dice: «Obedece á tu amigo, que es lo mismo que si me obedecieses á