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Reyles, recién inventado, por cuya estupenda virtud se hace sentir por medio del libro, lo que no puede sentirse en la vida sin grandes dolores, lo que no puede pensarse sino viviendo, sufriendo, y quemándose las cejas sobre los áridos textos de los psicólogos. Esta afirmación del Sr.

Ortiz de Zúñiga refiere, en los anales de Sevilla, que el teatro de esta ciudad se quemó por sexta vez en el año de 1615, reedificándose en 1631, y quemándose de nuevo antes del año 1675.

Era Sardanápalo quemándose con sus queridas... Completaban el decorado de la pieza tres o cuatro fotografías de niños muertos. Eran los hijos que se le habían malogrado a D.ª Laura en edad temprana. Vistos a la luz de las bujías del próximo festín, los pobrecitos tenían cara de muy desconsolados por haberse ido del mundo tan pronto sin alcanzar la hartazga de aquella noche.

Resplandece en el fondo el estofado riquísimo del altar, semejante á inmensa ascua de oro cuajada de diminutos ángeles y querubes que aletean quemándose en el seno de aquella nube incandescente, y como si la combustión les diera vida.

No era más que humo: se consideraba subiendo en espiral renegrida, y siempre quemándose, siempre quemándose y consumiéndose; difundido ya, aniquilado, evaporado, acabado... hasta que al fin despertó, cubierto todo con el sudor de la agonía. Despertó, porque un ruido de voces resonaba á su lado. La puerta de la prisión se había abierto. Era la caída de la tarde.

Ventura se había opuesto resueltamente a ello, diciendo que no quería ser «la señora de un cervecero...» Estaba convencido de que la sangre que se había quemado en Madrid, y la que seguía quemándose en Sarrió, era lo que había causado aquel ataque repentino de erisipela. ¡Claro! El necesitaba una vida de actividad y de trabajo, salir mucho al campo, cazar, montar a caballo.

Hablaba con entusiasmo de la operación de herrar, que don Fernando no había visto nunca. Los yegüerizos echaban sus lazos de cerda a los potros indómitos, sujetándolos por las orejas, mientras se calentaba el hierro en un fuego de boñiga seca; y al estar la marca al rojo, ¡zas!, se la aplicaban al costado, quemándose los pelos y quedando la piel señalada para siempre con la cruz y la media luna.

Instintivamente Navarro se acercó a la chimenea y quiso sacar el papel que ardía; pero retrocedió quemándose los dedos. Esto, que parecía un chispazo de locura, inspiró a Salvador lo siguiente: No metas tu mano en el fuego para sacar lo que ha caído en él. , como yo, necesitas hacerte perdonar para ser perdonado, necesitas comprar la generosidad con generosidad y el olvido con el olvido.

Puede suceder asimismo que el monarca sea un ignorante, porque si se reina por derecho divino, no se estudia ni se aprende sino por esfuerzo propio, quemándose las pestañas como cualquier simple mortal. «Un rey ignorante es un asno con corona», según siglos hace dijo uno de ellos, Alfonso V. El estudio es un trabajo plebeyo, y no está bien que los reyes desciendan a ocupaciones propias de los vasallos.

Tambien pegaron fuego al pueblo, pero la gran lluvia que cayó esta noche apagó el incendio, quemándose toda la casa de los PP., mas no la iglesia, á la que perdonaron las llamas, dudándose si atajado por el Santo Patrono San Miguel, ó por sus altos paredones de piedra. Entretanto, los PP., con toda la gente del pueblo, pasaron la noche muy lluviosa en el campo, sin tiendas.