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Nos lo hemos jurado muchas veces. ¿Por qué se empeña en separarnos?... La mano del gigante volvió á repelerle, mientras dos lágrimas se desplomaban de los ojos de Gillespie, cayendo en el interior de la cajita. Cerró lentamente la tapa, volviendo con una presión de sus dedos á hacer penetrar las tachuelas en sus antiguos orificios.

Pero antes de que esta ola se retirase, avanzó desesperadamente hasta otra piedra, pasándole el tirón del reflujo por debajo del vientre. Así bregó largo tiempo, pegándose á las peñas cuando el mar lo cubría, arrastrándose sobre las desoladas conyunturas cuando su cabeza quedaba al aire libre, expeliendo agua por todos sus orificios.

Ahora está contando que ha visto un proyectil de los que tiran los carcas, y el fusil Berdan... No dice agujeros, sino orificios. Todo se vuelve orificios, y el marqués no sabe lo que le pasa...». No pudo seguir, porque entró Muñoz, fumando un gran puro, a saludar al enfermo. «Hola, Juanín... ¿Estamos exclaustrados?... ¿Y qué es?... ¿coriza?

La música parecía extraer racimos humanos de las puertas, escotillas y escaleras. Isidro comparaba el buque con un mueble viejo: bastaba que las vibraciones de los instrumentos de metal lo conmoviesen, para que al momento surgieran las gentes de todos sus poros y orificios como rosarios de parásitos.

Las construcciones de adobes estaban con los techos rotos y el huracán había arrancado igualmente las maderas de sus orificios de ventilación. No se veía á nadie en las calles. Sólo quedaban los hombres que ya eran habitantes del país antes de que empezasen las obras. Parecía que durante los cuatro meses de su ausencia hubiesen transcurrido diez años.

Una zagalona tenía en la cabeza toquilla roja con agujeros, o con orificios, como diría Aparisi; otra, toquilla blanca, y otra estaba con las greñas al aire. Esta llevaba zapatillas de orillo, y aquella botitas finas de caña blanca, pero ajadas ya y con el tacón torcido. Los chicos eran de diversos tipos.

Al borrar las manchas de sangre con el trapo mojado, dejó al descubierto dos orificios en el busto de don Jaime, uno en el pecho y otro en la espalda... Bueno: la bala le había atravesado el cuerpo; no habría que extraerla, y esto llevaban adelantado.

Desfilaban los «pasos» del Sagrado Decreto, del Santo Cristo del Silencio, de Nuestra Señora de la Amargura, de Jesús con la cruz al hombro, Nuestra Señora del Valle, Nuestro Padre Jesús de las Tres Caídas, Nuestra Señora de las Lágrimas, el Señor de la Buena Muerte y Nuestra Señora de las Tres Necesidades; y este desfile de imágenes iba acompañado de «nazarenos» negros y blancos, rojos, verdes, azules y violeta, todos enmascarados, guardando bajo las puntiagudas caperuzas su personalidad misteriosa, de la que sólo se revelaban los ojos al través de los orificios del antifaz.

Un olivo parecía un sapo enorme, encogido y en actitud de saltar, con un ramillete de hojas en la boca; otro, una boa informe de amontonados anillos, con un penacho de olivo en la cabeza; veíanse troncos abiertos como ojivas, al través de cuyos orificios lucía el cielo azul; serpientes monstruosas enrolladas en grupo como las espirales de una columna salomónica; gigantes negros, cabeza abajo, con las manos en el suelo, hundiendo los dedos de sus raíces y los pies en alto, de los que surgían varas llenas de hojas.

Desde el momento que se desprende de su enemiga el agua, encuéntrase con otra enemiga, la tierra, y su pesado pulmón le aplasta. Sus magníficos orificios auriculares, la espléndida columna de agua que lanza á treinta pies de altura, son indicios, testimonios de una organización infantil y bárbara.