United States or British Indian Ocean Territory ? Vote for the TOP Country of the Week !


Julio veía llegar á su amada á la luz de los reverberos, encendidos recientemente, con el busto envuelto en pieles y llevándose el manguito al rostro lo mismo que un antifaz. La voz dulce, al saludarle, esparcía su respiración congelada por el frío: un nimbo de vapor blanco y tenue. Después de varias entrevistas preparatorias y titubeantes, abandonaron definitivamente el jardín.

Si vos os empeñáis en manteneros puesta la carátula, nada tengo que hacer aquí... me habéis llamado en vano. Adiós. Y el tío Manolillo se levantó y se dirigió á la puerta. Esperad dijo el padre Aliaga. El bufón volvió atrás, se sentó de nuevo y miró audazmente al padre Aliaga. ¿Nos quitamos al fin el antifaz? dijo. El padre Aliaga no contestó directamente á esta pregunta.

Entró Esperanza, el duque con ella, cerró el postigo, hizo luz con la linterna que llevaba bajo la capa, se quitó el antifaz y dejó ver su semblante á Esperanza. La muchacha se estremeció y cayó de rodillas. ¡Ah, señor! ¡perdonadme, perdonadme por haber dudado de vuecencia! exclamó. No me conocías dijo el duque , y nada tiene de extraño.

Y que el don que le pensaba pedir era que se viniese con ella donde ella le llevase, a desfacelle un agravio que un mal caballero le tenía fecho; y que le suplicaba, ansimesmo, que no la mandase quitar su antifaz, ni la demandase cosa de su facienda, fasta que la hubiese fecho derecho de aquel mal caballero; y que creyese, sin duda, que don Quijote vendría en todo cuanto le pidiese por este término; y que desta manera le sacarían de allí y le llevarían a su lugar, donde procurarían ver si tenía algún remedio su estraña locura.

Habíanse preso cuatro bravucones de mirada torva y harapiento pelaje, que harto claro manifestaban, sólo con dejarse ver, que eran racimos de horca, no vendimiados aún por la justicia. Halláronse en el aposento de Florela los cuerpos de doña Guiomar y de don Baltasar de Peralta, ella marchita y afeada por la muerte su hermosura, él cubierto aún con el antifaz el semblante.

Y al fin la dijo mi íntimo secreto, tras la prisión de un antifaz discreto, la pena delatora de mis ojos. Como va al sol la inquieta mariposa para besarle en su febril intento, constante iba mi inquieto pensamiento tras la esquiva figura de mi hermosa. El tierno hechizo de su faz radiosa me sonreía en mi amargo aislamiento, añoranza celeste que al momento remozaba mi vida tumultuosa.

Sonaron cerca de ellos los gritos de las máscaras. El alegre grupo volvía de la cañada perseguido por los mozos. La audacia que había hecho hablar a la joven con la careta puesta la abandonó de pronto. Desvaneciose su atrevimiento, producto de unos sorbos de vino y del amparo del antifaz.

Efectivamente, la poligamia con todos sus tristes adherentes, la deslealtad, la seduccion, el concubinato, el adulterio; la esclavitud con sus legítimas consecuencias, el envilecimiento del ser racional y las sediciones; el justiprecio de la sangre derramada por el homicida; y el talion por último con su horrible desigualdad retributiva, son las facciones características de ese Estado musulman que con un barnizado antifaz de prosperidades y placeres materiales se anuncia al mundo como émulo de la civilizacion de la cristiandad y su superior en el cultivo de la humana inteligencia.

Desfilaban los «pasos» del Sagrado Decreto, del Santo Cristo del Silencio, de Nuestra Señora de la Amargura, de Jesús con la cruz al hombro, Nuestra Señora del Valle, Nuestro Padre Jesús de las Tres Caídas, Nuestra Señora de las Lágrimas, el Señor de la Buena Muerte y Nuestra Señora de las Tres Necesidades; y este desfile de imágenes iba acompañado de «nazarenos» negros y blancos, rojos, verdes, azules y violeta, todos enmascarados, guardando bajo las puntiagudas caperuzas su personalidad misteriosa, de la que sólo se revelaban los ojos al través de los orificios del antifaz.

La grey femenil hizo coro a los vituperios de Currita, y todos convinieron en que la marquesa de Sabadell era una intriganta, una beata hipocritona, una mala esposa que, habiendo campado por su respeto diez años entre curas y monaguillos, quería ahora oscurecer al pobre Jacobo bajo la tutela del padre Cifuentes, y que era caso de conciencia y obligación imprescindible de todo fiel cristiano arrancar a la pícara el antifaz y advertir al cándido muchacho el lazo que le tendían.