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En el gran puerto de Cádiz numerosos barcos de todos portes cabeceaban furiosamente á impulso del oleaje. Sonaban las cadenas, crujían las maromas y todo parecía á punto de estallar. Algunos farolillos sujetos á las vergas lucían con vivos movimientos en la oscuridad como estrellas filantes.

He visto los restos de uno de aquellos juncos en las playas de la isla Edward Pellews; pero nosotros no vamos a tener miedo de los australianos. Estad, sin embargo, sobre aviso, Capitán. Ya sabéis que son capaces de cortar las maromas y de romper las cadenas de las anclas para que vayamos a embarrancar en las escolleras. Estaremos atentos, Van-Horn.

Finalmente, como dicen, llevaron sogas y maromas; y, a costa de mucha gente y de mucho trabajo, sacaron al rucio y a Sancho Panza de aquellas tinieblas a la luz del sol. Viole un estudiante, y dijo: -Desta manera habían de salir de sus gobiernos todos los malos gobernadores, como sale este pecador del profundo del abismo: muerto de hambre, descolorido, y sin blanca, a lo que yo creo.

Fundieron 17, y salieron tan buenos, que sobre el precio estipulado se les abonaron 1.500 maravedís . Eran pues los ribadoquines piezas ligeras de bronce de reciente adopción, cuyas condiciones se descubren en las partidas de cuentas de gastos hechos para aquel sitio, á saber: Bancos de ribadoquines pagados á los carpinteros. Maderos de olmo labrados á hacha para los mismos. Maromas.

La humedad y el sol iban abriendo las maderas y derritiendo la brea; todos los hierros y argollas se hallaban roídos por el orín; la rueda del timón giraba todavía, chirriando; no se tocaba nada que no se desmoronase; algunos manojos de maromas, como serpientes enroscadas, se pudrían sobre cubierta.

Bastaba que Su Excelencia se apartase a leer en un rincón de la cubierta, para que al momento este rincón quedase aislado con atadijos de maromas, y junto a ellas un marinero de guardia con la consigna de que nadie viniese a turbar un estudio del que dependía tal vez la suerte de varios pueblos. Y lo que leía Su Excelencia era una novela de folletín.

Las maromas rechinaban, los palos gemían en los agujeros que los aprisionaban y las velas se doblaban bajo el soplo de la brisa, inclinando las embarcaciones harto más de lo que desearan las señoras. El agua al dejar paso se rompía, produciendo un garganteo flautado que sonaba en la proa, deslizándose después por ambos costados con rumor de sedería que se despliega.

Tal vez se trate de una simple filtración dijo Van-Horn . Tenemos bomba a bordo y luego la haremos funcionar. Subid y echad la cuerda dijo el Capitán a Cornelio y Hans. Los dos hermanos echaron desde cubierta a la estiba dos gruesas maromas suspendidas de una garrucha.

Como quien se quita una máscara, Isidora dejó su aspecto de sumisa mansedumbre, y en tono resuelto pronunció estas palabras: «No quiero que mi hermano trabaje más en ese taller de maromas; no quiero y no quiero. Le señalarás una renta replicó la anciana con ironía ¡Le pondrás coche! Y para mis pobres huesos, ¿no habrá un par de almohadones? No estoy de humor de bromas.

En la plataforma del castillo de popa, entre botes, maromas y salvavidas, pululaban los pasajeros de tercera clase que gozaban de preferencia: tenderos ambulantes; rusas y alemanas con grandes sombreros de paja, que, agarradas del talle, hablaban de sus diplomas académicos y de la posibilidad de entrar en el seno de una familia del Nuevo Mundo para enseñar idiomas a los niños; jóvenes melenudos con trajes de buen corte, pero de raída tela, siempre con un libro en la mano.