United States or American Samoa ? Vote for the TOP Country of the Week !


Después le cayó la herencia de un tío; pero como la señora tenía unos condenados jueves para reunir y agasajar á la mejor sociedad, los cuartos de la herencia se escurrían de lo lindo, y sin saber cómo ni cuándo, fueron á parar al bolsón de Torquemada. Yo no qué demonios tenía el dinero de aquella casa, que era como un acero para correr hacia el imán del maldecido prestamista.

Yo le he buscado ayer dijo Lázaro; le he buscado hoy sin poderle encontrar, porque tengo que ajustar ciertas cuentas con él. Yo le encontraré aunque tenga que andar toda la tierra. Cuidado, joven, que ese maldecido maneja bien las armas. Tiene una mano admirable. No me importa: ya nos arreglaremos. ¿Y le ha buscado usted?

El padre Aliaga temblaba de una manera poderosa y concentrada. Algunas veces continuó el bufón , cuando yo la preguntaba el nombre de sus padres, me decía: No, no; yo he deshonrado su nombre; yo no tengo padres; Luis, que me vió huir, se lo habrá dicho á mis padres y me habrán maldecido. ¿Y quién es Luis? le preguntaba yo. ¡Luis!

Había echado mucho de menos a Magdalena, la había deseado, esperado, y ya usted habrá adivinado que después de su partida había cien veces maldecido el censurable espíritu de rebelión que me revolvía contra la más envidiable, la más dulce, la menos calculada de las servidumbres.

Rara vez sacaba de su cabeza aquel viejo y maldecido tema de la liberación voluntaria y de la muerte de la bestia carcelera; pero una noche que estaban solos en el café, lo sacó, como se trae del desván un trasto viejo y se le limpia el polvo, a ver si lo ha deteriorado el tiempo o lo han roído los ratones.

Después era Aurora sola la que cometía el nefando crimen, penetrando de puntillas en la alcoba, dándole a oler un maldecido pañuelo empapado en menjurje de la botica, y dejándola como dormida, sin movimiento, pero con aptitud de apreciar lo que pasaba. Aurora cogía al chiquillo y se lo llevaba, sin que su madre pudiera impedirlo, ni siquiera gritar. Despertó acongojadísima.

Y allí estaba él, plantado en el balcón, paciente y resignado, como si su destino fuese aguantar desdenes de aquella a quien había maldecido e insultado en toda clase de metros. Para ocultar su despecho, fingía contemplar atentamente el risueño panorama con sus ojos turbios. Poco le faltaba para llorar, y queriendo ocultar su emoción, murmuraba con expresión pedantesca: ¡Qué espectáculo!

Un poco más tarde, Clara, que miraba con recelo aquel tragaluz maldecido, se estremeció con horrible sacudimiento, dió un grito muy agudo y sus ojos expresaron el pavor más grande. ¿Qué tienes, qué hay? dijo Lázaro con sobresalto. Clara, tal vez dominada por el miedo, había creído ver instantáneamente en el tragaluz los ojos vivos, la nariz puntiaguda de Elías Orejón, su tirano y protector.

Tres minutos después, nueva edición, más áspera aún, si es posible. ¿Qué hacer? Me incorporé en el lecho, me orienté un momento y lancé el brazo a vagar por la oscuridad en la esperanza de que chocase con el cuello del maldecido animal, lo que me permitiría convertir mis dedos en un garrote vil.

Necesitábamos hacer varias visitas: «¡Un carruajedijimos; pero un coche es pesado; un cabriolé será más ligero: no bien lo habíamos dicho, ya estaba mi criado en casa de uno de los mejores alquiladores de esta corte, sobre todo, de esos que llevan dinero por los que llaman bombés decentes, donde encontró, efectivamente, uno sobrante y desocupado, que, para calcular cómo sería el maldecido, no se necesitaba saber más.