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Casi en el mismo instante, fieles a la consigna, Amaury y su amigo Alberto se presentaban también en el lugar de la acción, aquél apeándose de a caballo, y saltando de su elegante cabriolé el otro. No tardaron en ponerse a discusión las condiciones del duelo. El amigo de Felipe, que estaba algo avezado a esos trotes, acortó mucho los preparativos.

Mientras que Silas y Eppie estaban sentados en el banco de césped conversando a la sombra recortada de una encina, la señorita Priscila Lammeter se resistía a aceptar los argumentos de su hermana. Esta pretendía que valdría más tomar el en la Casa Roja y dejar que durmiera una buena siesta el señor Lammeter, que partía para las Gazaperas con el cabriolé así que terminara la comida.

Se ve á la mujer en el campo, dirigiendo hábilmente un carruaje, con su blanca y aseada papalina, llevando las riendas de un elegante cabriolé en el paseo público, detrás del mostrador en el café, en la tienda, en el escritorio, en todas partes, posesionada siempre de la porcion de humanidad que la ha dado una conciencia que yo respeto, por más que se torne contra la poesía oriental de la mujer: una conciencia que no la usurpa lo que la ha dado la verdad adorable de la creacion.

Mi querida hermana, hará un sueño espléndido en el cabriolé, como que soy yo quien guiará. En cuanto a que nos quedemos a tomar el , no puedo hablar de eso, porque la muchacha lechera, que se va a casar para el día de San Miguel, lo mismo derramaría la leche fresca en la batea de los cerdos que en los lebrillos.

Yo hubiera deseado mucho que Nancy hubiera tenido la suerte de encontrar una niña como ésa para criarla dijo Priscila a su padre, estando sentados en el cabriolé . Yo hubiera podido pensar entonces en algo joven, además de los corderos y los terneros. , querida, dijo el señor Lammeter ; se siente eso cuando se entra en años. La vida les parece triste a los ancianos.

El militar se arroja de mal humor en el cabriolé, entre un francés que le pregunta: ¿Tendremos ladrones? y un fraile corpulento, que con arreglo a su voto de humildad y de penitencia, va a viajar en estos carruajes tan incómodos.

Temía yo ser visto de Amaranta; pero como ésta y su tía habíanse adelantado y estaban ya arriba, me aventuré a seguir al diplomático, que subió detrás de todos con Inés, sosteniéndola por la cintura. Delante iban los criados con hachas, detrás yo solo. Inés se envolvía con un gran manto, chal o cabriolé que tenía larguísimos flecos en sus orillas.

Eugenia se asomó a ellos para ver pasar los coches que se dirigían a la Opera o al teatro Francés; de pronto lanzó Eugenia un grito, diciendo: «¡Mamá, ven, creo que veo a AlfonsoCorrí a la ventana y le reconocí efectivamente: iba en un elegante cabriolé que él mismo guiaba, acompañado de otro joven: su aire era alegre y animado, lo cual me quitó gran parte del pesar que me oprimía; acababa de ver que estaba bien.

Y sería para una triste tarea el vestir hermosas ropas, ir en cabriolé y sentarme en un sitio reservado en la iglesia, si todo eso hiciera pensar a aquellos a quienes amo, que mi compañía no les conviene. ¿En qué podría entonces interesarme?

Cuando se ha estado, durante medio siglo, sentado doce horas por día en un cabriolé de médico de campo, sacudido y zangoloteado por los guijarros y los mogotes de tierra, bien se le pueden pegar a uno las sábanas alguna vez, sobre todo cuando ha dejado su tarea a salvo en manos de otro más joven.