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Casi al mismo tiempo abrió Colón nuevo camino al poderío español, ofreciéndole inmensos territorios en que plantar su cetro, y Gonzalo de Córdoba, con la conquista de Nápoles, añadió un nuevo florón á la rica corona de los felices monarcas.

traes, sacerdote ungido por la Fama, el copón milagroso que guarda sacra llama a este florón de Iberia del oriental vergel. Comulgue nuestra alma, hincada la rodilla, ante el altar del Arte, la hostia de Castilla, jurando amor a España, ser a ella siempre fiel. Somos floridas ramas del roble milenario: conserve nuestra raza el poder legendario, que trasmitióle España, de su progenie audaz.

La querida del Misterio me ofrece la flor de locura de su boca, cuando todos duermen, y lleva la hostia de la luna, como un florón luminoso, sobre su cabellera de sombras. Es la musa galante que dió el brazo al pobre Paul Verlaine, cuando iba por las calles del viejo París como un pierrot destrozado, borracho de ajenjo y de melancolía.

Muchas veces se reía pensando: ¡Si el conde de Ríos me viera jugando al florón! Al domingo siguiente se bailó, como el día en que él llegara había prometido a Maximina entrar en el corro si ella bailaba. La niña, confiando en esta promesa, se decidió a ello, pero el huésped no quiso cumplir la palabra, y se quedó sentado delante del estanquillo como simple espectador.

Los juegos con que se mataba el tiempo en aquella reunión al aire libre, eran poco variados: esconder un objeto para que uno de ellos lo hallase, mientras los demás cantaban, unas veces suave y otras fuerte, según se alejaba o aproximaba a él: adivinar quién era la persona cuyo retrato fuesen trazando de palabra los presentes: correr el florón por la cuerda.... Este juego del florón era el que más agradaba a Miguel: de él conservó toda su vida un recuerdo vivo y placentero.

El corifeo hacía una señal: el coro callaba y quedaba inmóvil: si adivinaba quién tenía la sortija, éste pasaba al centro del corro, y aquél ocupaba su sitio; si no, volvía a seguir el florón su carrera. Nuestro joven gozaba con este juego, porque le trasladaba a la infancia, y acaso también porque al agitar las manos sentía el contacto de las de Maximina.

Así cayó aquel baluarte poderoso del orden, aquel varón esforzado que en sus luchas incesantes con la pillería de los arrabales tantas veces había caminado por la senda de la victoria. Levantáronlo y lo metieron en la botica de don Matías, que estaba próxima. Desde allí lo condujeron poco después al hospital. La ciudad perdió por algunos días su escudo protector. Porque ni Lucas el Florón ni Pepe la Mota podían competir en energía con

Los pilares ó machones que las dividen son sencillos, revestidos de pilastras dóricas sin proporción, basas ni zócalos: los capiteles corren por todos sus membretes, y sobre ellos una peqaeña arquitrabe sirve de, imposta á las bóvedas apuntadas por arista con una sencilla moldura en sus arcos, y en cada uno de los nueve vértices en un floron dorado de tres palmos de diámetro se ven las barras de Aragon.

Consistía en introducir una sortija por una cuerda y agarrarse a ésta todos los tertulianos formando corro; uno se quedaba en el medio, y los demás corrían la sortija disimuladamente gritando: El florón está en la mano. Siga el florón. Siga el florón.

La cuestión suscitada en las diversas literaturas europeas, que duró tan largo tiempo, ocultándoles su más bello florón; la lucha entre lo antiguo, extranjero y no existente, por un lado, y lo nuevo, propio y vivo, por otro, se decidió en España, desde un principio, por el último.