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Allí en efecto, en aquel breve espacio de siete piés escasos de anchura y ciento ochenta y cinco de longitud, apuró la arquitectura de una sola vez, y al primer ensayo, aun no terminado el crítico y terrible milenario primero, todas las formas de arco que habian de emplearse en los cuatro siglos consecutivos: circunstancia puramente casual, y de la cual sin embargo no dejarán de sacar partido para sostener la primacía de España en el sistema ojival los que equivocadamente miran estos meros accidentes como generadores de las grandes innovaciones arquitectónicas, y no como su resultado.

traes, sacerdote ungido por la Fama, el copón milagroso que guarda sacra llama a este florón de Iberia del oriental vergel. Comulgue nuestra alma, hincada la rodilla, ante el altar del Arte, la hostia de Castilla, jurando amor a España, ser a ella siempre fiel. Somos floridas ramas del roble milenario: conserve nuestra raza el poder legendario, que trasmitióle España, de su progenie audaz.

El milenario rodar de su curso había ido cortando la meseta con una profunda hondonada de una legua ó dos de anchura. El río corría por esta profundidad entre dos aceras formadas con los aportes de su légamo durante las grandes inundaciones. Estas dos orillas desiguales eran de tierra fértil y suelta, pródiga para el cultivo allí donde recibía la humedad de las aguas inmediatas.

De pronto, la voz del pontífice entona las primeras palabras del Gloria, y como si fuera el estruendoso derrumbe de ese túmulo de silencio y de dolor que la Iglesia levanta desde la mañana del jueves, descuélganse a un tiempo de lo alto, el trueno de los atabales, el alarido de las chirimías, el turbión resoplante del órgano y, allá arriba, allá afuera, en el aire, en el sol, estalla a la vez el acelerado repique de todas las campanas, frenéticas, locas, delirantes, cantando y echando a los vientos el regocijo sublime y milenario de la Resurrección.

En un espacio grande como cuatro continentes, los pólipos, fortalecidos por el agua tibia, levantaban millares de atolones, islas anilladas, bancos y arrecifes, pilares submarinos, terror de la navegación, que, al ligarse entre con un trabajo milenario, iban á crear una nueva tierra, un continente de recambio, por si la especie humana perdía en un cataclismo su zócalo actual.

Así es que hay pocos manuscritos latinos y casi todos de asuntos militares. Es de lamentar que entre tanto manuscrito del largo, del milenario período greco-latino, apenas se haya descubierto nada que tenga valor estético, salvo el pedazo del coro de Orestes, con su música.

Así como la deformidad y el empequeñecimiento son, en el alma de los individuos, el resultado de un exclusivo objeto impuesto a la acción y un solo modo de cultura, la falsedad de lo artificial vuelve efímera la gloria de las sociedades que han sacrificado el libre desarrollo de su sensibilidad y su pensamiento, ya a la actividad mercantil, como en Fenicia; ya a la guerra, como en Esparta; ya al misticismo, como en el terror del milenario; ya a la vida de sociedad y de salón, como en la Francia del siglo XVIII. Y preservándoos contra toda mutilación de vuestra naturaleza moral; aspirando a la armoniosa expansión de vuestro ser en todo noble sentido, pensad al mismo tiempo en que la más fácil y frecuente de las mutilaciones es, en el carácter actual de las sociedades humanas, la que obliga al alma a privarse de ese género de vida interior, donde tienen su ambiente propio todas las cosas delicadas y nobles que, a la intemperie de la realidad, quema el aliento de la pasión impura y el interés utilitario proscribe: la vida de que son parte la meditación desinteresada, la contemplación ideal, el ocio antiguo, la impenetrable estancia de mi cuento.

Yo quise llenar el pliego, casto por sus resplandores, de mis locuras de niño, de mis risas y dolores, del aroma inolvidado de no qué santas flores, y así convertir el pliego en libro de mis amores. Era la noche de luna. Fuera decían los vientos el suspiro milenario de sus plácidos lamentos.

Y en este templo milenario, de soberana belleza, se cantó durante ochenta años el Te Deum en honor de los duques aragoneses y predicaron los sacerdotes en catalán. La república de aventureros no se ocupó en construir ni en crear. Nada quedó sobre la tierra griega como rastro de su dominación: edificios, sellos ó monedas.

Lo único que humanamente no se esplica es que el espíritu cristiano, el espíritu de regeneracion y vida, resistiese á tantos embates, y que en el momento de hacer lugar aquel caos al primer crepúsculo de luz, aun hubiese santos en la tierra. Va pues á cerrarse el primer milenario del cristianismo.