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Como único refugio se ofreció a ellos la cartuja de Valldemosa: edificio sin bellezas arquitectónicas, sin otro encanto que el de su antigüedad medioeval, pero enclavado entre montañas por cuyas laderas se derrumban bosques de pinos, teniendo como suaves cortinas que amortiguan el ardor del sol plantaciones de almendros y palmeras, entre cuyo ramaje alcanzan los ojos la verde llanura y el lejano mar.

De orden dórico, y sólo rico en vulgares retablos churriguerescos, resulta frío é insignificante. Únicamente llama allí la atención el Retablo del Altar Mayor, por lo enorme, colosal y complicadísimo de su estructura. Puede decirse que es una tempestad de pino y oro, al par que un motín contra las reglas arquitectónicas.

El coronel recibió el encargo de echar abajo los muros feudales, construyendo Villa-Sirena de acuerdo con los gustos del príncipe. Este odiaba las resurrecciones arquitectónicas. No podía sufrir ciertos edificios que pretenden copiar la Alhambra, los palacios de Florencia ó las construcciones ordenadas y solemnes de Versalles, para orgullo de sus propietarios.

Conque dejémonos de frivolidades, y refiramos lisa y llanamente nuestra expedición de aquella mañana. Nos dirigíamos á ver una de las primeras maravillas arquitectónicas de Salamanca, ó sea el famoso Colegio del Arzobispo, hoy todavía habitado por estudiantes irlandeses.

Salimos al fin frente por frente del Colegio de la Compañía, y ya nos disponíamos á estudiar la enorme y suntuosa fachada de su iglesia, cuando reparamos que en la acera opuesta se alzaba una de las maravillas arquitectónicas más célebres de Salamanca; uno de los monumentos que íbamos buscando ex-profeso en aquel viaje; uno de los palacios más bellos y singulares que nos ha legado el siglo XV. Me refiero á la Casa de las Conchas.

Muchísimo que admirar nos ofrecieron también el interior del templo, su sacristía, y, sobre todo, el claustro, obra magistral del mismo período del Renacimiento, restaurada modernamente; pero no fatigaré aquí á mis lectores con nuevas descripciones arquitectónicas, pues basta por hoy á mi objeto recomendarles que no dejen de estudiar muy despacio á Santo Domingo el día que visiten á Salamanca.

Vana empresa sería la de intentar reconstituir la forma y disposición que tuvieron eminentes fábricas arquitectónicas; y á veces, ni aún es dado señalar los parajes en que se alzaban: sobre templos, palacios, portadas y torres, abre el arado profundos surcos, crecen á su sabor los jaramagos y amapolas, ó entre sus despedazados fragmentos anidan reptiles y alimañas.

Gabriel veía en ella la dulce oración petrificada subiendo recta al cielo, sin sostenes ni apoyos. La piedra blanda servía para las labores arquitectónicas; otra piedra más blanda aún formaba las bóvedas.

Invirtió en ello una parte de su fortuna, dedicando la otra al juego. «Con lo que gane se decía acabaré el castillo.» Y como pensaba ganar sumas fabulosas, inició la reconstrucción en proporciones gigantescas, dirigiéndola él mismo con arreglo á las fantasías arquitectónicas estudiadas en los dibujos de Gustavo Doré. El castillo había quedado á medio construir, y así subsistía muchos años.

Al sumergirse en aquellas camas arquitectónicas, verdaderos monumentos de otros tiempos, los tres vestigios de la familia insigne de Porreño, vivos exóticamente en nuestros días, parecía que se hastiaban del mundo de hoy y se volvían á su siglo. Concluyamos: la más inalterable armonía reinaba aparentemente entre ellas. Parecían no tener más que un pensamiento y una voluntad.