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El rio corre por un lecho profundo y sumamente pedregoso, y las dos vias, talladas ámbas en la roca viva á alturas muy considerables y sostenidas por enormes baluartes, dominan donde quiera un abismo y están dominadas por las moles paralelas de los altos cerros, de formacion caliza, granítica y de arenisca petrificada en partes, y en otras compuestos de aglomeraciones esquistosas.

Era el rostro el de un anémico; la expresión amanerada del gesto anunciaba una idea fija petrificada en aquellos labios finos y en aquellos pómulos afilados, como gastados por el roce de besos devotos. Sin detenerse pasó el Magistral junto a la puerta de escape del coro; llegó al crucero; la valla que corre del coro a la capilla mayor estaba cerrada.

Aunque con dificultad, reconoció a Pachín y al hombre de la noche pasada, que esta vez advirtió bien que era el Duque. Las dos sombras desaparecieron al instante entre los árboles cercanos a la casa. Quedó petrificada. Una ola de indignación, que se formó en su pecho, subió a los labios y exclamó: ¡Qué infame! ¡qué infame!

La Mazacán había roto los guantes apretando los puños y daba gritos con su hermosa voz de soprano. La otra, tiesa en su asiento, erguida la cabecita como la de una víbora que se defiende, escupía sus desvergüenzas sin moverse, sin mirar a ninguna parte, como una figurilla de ira petrificada.

Allí estaba dentro de un marco de verdura la Virgen María Inmaculada, con su propia cara, sus propios ojos, que al mirar ponían en mismos toda la hermosura del cielo. La Nela se quedó muda, petrificada, y con una sensación que era al mismo tiempo el fervor y el espanto. No pudo dar un paso, ni gritar, ni moverse, ni respirar, ni apartar sus ojos de aquella aparición maravillosa.

Maxi estuvo un rato en silencio, clavados en ella sus ojos como saetas, y por fin le dijo estas palabras que la hicieron estremecer: « estás en cinta». Quedose un rato la infeliz mujer como petrificada. Trataba de tomarlo a broma, trataba de negarlo; pero para ninguna de estas determinaciones tenía valor.

Se quedó petrificada por la sorpresa y yo le tomé la mano sin hallar fuerzas para articular una sola palabra. La escasa, claridad que venía de fuera le prestaba la blancura de una estatua: sus dedos completamente inertes y helados se desprendían insensiblemente de mi mano como si fueran las de una muerta.

Se imaginaba la escena de violencias y crueles tormentos que Elena iba a sufrir, y su imaginación estaba tan impresionada por aquel doloroso espectáculo, que permaneció inmóvil y como petrificada delante del castillo: Una voz que pronunciaba su nombre le hizo alzar la cabeza y le arrancó un grito de alegría.

Todo es respetable; pero si lo respetásemos todo, nuestra vida quedaría petrificada, mejor dicho, desaparecería la vida. La vida nace de la muerte; no hay nada estable en el universo; las formas se engendran de las formas anteriores. La destrucción es necesaria. ¿Cómo evitarla, y cómo evitar el dolor que lleva aparejado en esta inexorable sucesión de las cosas?

Un poco más enjuto y encanecido don Santiago, y menos entregada a su vicio calcetero la indestructible y petrificada doña Ramona.