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Este magnífico puente, construido por los romanos y reedificado por Hescham I, consta de diez y seis arcos: tiene de largo ochocientos ochenta y ocho pies, veinte y tres de ancho. Esta puerta, que pertenece al orden dórico, lleva en el centro del friso un tarjeton en que se lee: Reinando la sacra católica y real magestad del rey D. Felipe nuestro señor, segundo de este nombre, año 1571.

El palacio, situado sobre una plaza á la márgen derecha del Saona y dándole el frente, tiene una espléndida fachada monumental reposando sobre un inmenso peristilo, que empieza en enormes graderías y remata en veinticuatro grandiosas columnas de órden dórico, de piedra pura, que sostienen la masa exterior.

Los únicos que en aquella tertulia pensaban mal de las minas y no ansiaban las reformas, á más del capitán, eran su primo César, el señor de las Matas de Arbín y el párroco D. Prisco. El primero por su espíritu clásico y temperamento dórico, el segundo porque era un gran filósofo. D. Prisco sólo hallaba dos cosas dignas de atención: el cielo estrellado y la brisca. En consecuencia, ó rezando ó jugando: ésta era su vida. Todo lo demás estaba comprendido en dos palabras, las predilectas, quizá las únicas que salían claras de los labios de aquel hombre memorable. ¡Miseria humana!

El desgraciado ya confundía a los califas de Córdoba con las columnas de la Mezquita, y ya no sabía cuáles eran más de ochocientos, si las columnas o los califas; el orden dórico, el jónico y el corintio, los mezclaba con los Alfonsos de Castilla, y ya dudaba si la fundación de Vetusta se debía a un fraile descalzo o al arco de medio punto; reasumiendo, como decía el sabio; sentía náuseas invencibles y apenas oía al arqueólogo, preocupándole más sus esfuerzos por contener impulsos del estómago cuya expansión hubiera sido una irreverencia.

Su grandeza, su solidez, su elegancia, hacían olvidar los edificios de Roma. Sólo Atenas podía comparar los monumentos de su Acrópolis con estos templos del más severo dórico.

La reja del Coro, de gusto gótico, se ve adornada con grandes follages, y algunos ramilletes ejecutados con el mayor primor: su sillería, regalo del Obispo de Teruel D. Martín Ferrer, después de ser promovido a la de Tarazona, a principios del siglo XVII, es de orden dórico con columnas istriadas entre los asientos.

Es cierto que sobre el altar de pésimo gusto dórico existente en cada taller depositaban las operarias sus mantones, sus paraguas, el atillo de la comida; mas este género de familiaridad no revelaba falta de respeto, sino la misma costumbre de ver allí el ara santa, ante la cual nadie pasaba sin persignarse y hacer una genuflexión.

Cada una de las siete estatuas, de un bello trabajo, tiene 8 piés de altura, y todas ellas salieron de un solo trozo de granito, sobrando bastante material aún. El conjunto del edificio corresponde en lo general á los órdenes jónico y dórico, aunque en la fachada de los Reyes y el altar mayor de la iglesia están combinados los cuatro órdenes de la arquitectura del Renacimiento.

El templo de la Gloria, que se levanta gallardo sobre la altura Sendling, es de estilo dórico: contiene doscientos bustos de celebridades nacionales. Delante del edificio se admira una colosal y grandiosa estatua de bronce. El rio Isar corre cerca de Munich, y alegra y fertiliza su campiña.

La Iglesia de San Martín es una de las mejores de Teruel, y de orden dórico sencillo; separada de su torre en la memorable guerra de la Independencia, se reconstruyó con el objeto de volverla a unir por Mosen Rafael Perez, prior que era del Capítulo, todo el crucero del trascoro, pero tan perfectamente y tan bien continuado el orden arquitectónico, que es necesario hasta el mas inteligente, que se le advierta la renovación para conocerla: tiene esta Iglesia dos copias bastante bien acabadas de Güercino y Aníbal Caraci, y un retablo en la sacristía de dos cuerpos con cuatro columnas corintias, cuyas pinturas son de Antonio Risquért.