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Un techo de pino acasetonado, con altos relieves en sus vanos, sostenido sobre un ancho friso de la escuela de Berruguete, así como una escalera de mármol con rica balaustrada del género gótico florido, parecían demandar otras paredes y otro pavimento, menos pobres, menos rudos; un enorme farol colgado del centro del techo, otro farol más pequeño pendiente de un pescante de hierro y que compartía su luz entre un nicho en que había un Ecce-homo de madera, de no mala ejecución, y un enorme escudo de armas tallado y pintado en madera; seis hachas de cera, sujetas á ambos lados en la balaustrada de la escalera, y otro farol pendiente del centro del techo de la escalera al fondo, eran las luces que iluminaban el zaguán, y dejaban ver las gentes que en él había.

Y en el friso del ventanal se leían estas palabras del evangelio de San Mateo, escritas con caracteres góticos: Y les dice: Escrito está. Mi casa, casa de oración será llamada; mas vosotros cueva de ladrones la habéis hecho.

En la parte más alta, tocando a una fila de viejos lienzos de evangelistas y mártires, que formaban un friso, mostrábanse los Febrer más antiguos, venerables mercaderes de Mallorca pintados algunos siglos después de su muerte, graves varones de nariz judaica y ojos agudos, con joyas sobre el pecho y altos gorros de aspecto oriental.

Ancho friso, también de yesería, con bellas combinaciones geométricas, limitados en sus partes superior é inferior con inscripciones africanas ó cúficas, rodearían las galerías por bajo del arrocabe y análogo decorado serviría de marco ó arraba á los vanos de las puertas y á los de las ventanas ó á los ajimeces que daban luz á las «tarbeas» ó salas, las cuales, cuando tenían ciertas dimensiones, llamábanlas «palacios

Un bajo-relieve de Marocheti, que representa la batalla de Jemmapes, en 1792, orna el frontis lateral del Norte, y otro bajo-relieve, que representa la batalla de Austerlitz, orna la fachada lateral del Mediodía. Arriba, sobre el friso, como una corona que está ciñendo una cabeza, se ven grupos inmensos, los cuales figuran la ida y la vuelta de los ejércitos franceses. ¡Cuánta belleza!

Friso ya en los treinta y me parece hora de acordarse del nombre que llevo.

En él veis borrados los junquillos y doseletes; notáis el rastro del arco estalactítico, echáis de ver un resto de friso greco-romano, y acaso encontráis algún extravagante delirio de Churriguera; todo revuelto y remendado, pero todo elocuente y revelador de pasados destinos. La Catedral, sobre todo, es la urna cineraria de las grandezas españolas.

Este magnífico puente, construido por los romanos y reedificado por Hescham I, consta de diez y seis arcos: tiene de largo ochocientos ochenta y ocho pies, veinte y tres de ancho. Esta puerta, que pertenece al orden dórico, lleva en el centro del friso un tarjeton en que se lee: Reinando la sacra católica y real magestad del rey D. Felipe nuestro señor, segundo de este nombre, año 1571.

El humo de estos quinqués, el humo de los cigarros, el humo del café habían causado considerable deterioro en el dorado de los espejos, en el amarillo de los capiteles, en los jaspes y en el friso clásico. Solo por tradición se sabía la figura y color de las pinturas del techo, debidas al pincel del peor de los discípulos de Maella.

De allí pasaron á hablar de venganzas misteriosas, y naturalmente de hazañas frailunas contando cada uno las proezas de los respectivos curas de sus pueblos. Una cuarteta, en grandes letras negras, coronaba el friso de la sala y decía: De esta fonda el cabecilla Al público advierte Que nada dejen absolutamente Sobre alguna mesa ó silla.