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Lo que hacía era vigilar sin descanso, acercarse á menudo á la puerta de la alcoba, y ver lo que ocurría, oir la voz del niño delirando ó quejándose; pero si los ayes eran muy lastimeros y el delirar muy fuerte, lo que sentía Torquemada era un deseo instintivo de echar á correr y ocultarse con su dolor en el último rincón del mundo.

Empezó á delirar, y á pesar de la vigilancia que con él se tuvo, logró escapar, arrojándose ciegamente en brazos de las ondas que tanto le aterrorizaban y no obstante le atraían. Por otro lado, el mar encariña de tal manera á los hombres que por largo tiempo se confían á su merced, á los que viven con él familiarizados, que no les es dado abandonarle jamás.

En la antigüedad, solamente los griegos, que hicieron los primeros ensayos de confederación y de gobierno del pueblo por el pueblo, y los romanos, que se dedicaron a la conquista con incorporación, concibieron el problema y trabajaron para resolverlo, ensayando una gran variedad de formas políticas incompletas, que fracasaron sucesivamente, y desarrollando la cultura del entendimiento en una medida tan vasta que, aun preterida porque "no servía para salvarse", durante la noche de diez siglos en que nuestros antepasados se olvidaron de las necesidades de la tierra para delirar con el cielo, el purgatorio y el infierno, ha venido a ser la fecunda simiente de que procede la civilización moderna.

El alma se siente fascinada por ese poder que la hace delirar, soñar con la vista de regiones misteriosas cubiertas por la niebla luminosa de la ciencia, y asistir á la maravillosa generacion infinita del progreso.

Cierto recato místico y una profunda pasividad las obliga a ocultarse así. Sus ensueños se diluyen en la voluptuosidad interior, semejante a la que hizo delirar en otros tiempos a las santas de España con una inacabable dulzura en los sentidos y en el alma. La época moderna, las costumbres cosmopolitas y todo género de sugestiones han conspirado sin duda para apagar el ardiente atavismo.

El público pareció delirar de entusiasmo. ¡Hermosa corrida! Estaba ahíto de emociones. Aquel Gallardo no robaba el dinero: correspondía con exceso al precio de la entrada. Los aficionados iban a tener materia para hablar tres días en sus tertulias de café. ¡Qué valiente! ¡Qué bárbaro!... Y los más entusiastas, con una fiebre belicosa, miraban a todos lados como si buscasen enemigos.

La pobre llegó esta mañana y se desmayó dijo Pascuala. Está, muy malita; todavía no ha hablado palabra, si no es pa delirar. Vino que no se podía tener, toda mojada, temblando de frío, y las lágrimas le corrían por la cara abajo. ¿Dónde está? Allí, en mi alcoba y en mi cama. Pascual se quedó en el desván y yo en el suelo, al lado de ella.

Cuando ha reposado tantas noches sobre su seno, respirando su calor; cuando ha adquirido el aroma de su piel y los blondos tintes que hacen delirar el corazón, la joya ya no es joya, sino una parte integrante de la persona que no debe contemplarla con ojos indiferentes. Sólo un ser tiene derecho á conocerla y sorprender á través de aquel collar los misterios de la mujer querida.

Primero, enfermaron los de Terranova, lo cual atribuía Kane á la falta de luz: si se les ponía ante los ojos una linterna encendida se aliviaban: mas, poco á poco fué consumiéndolos extraña melancolía y se volvieron locos. Los perros esquimales siguieron sus huellas, y hasta su perra Flora, «la más discretala que reflexionaba mejor, comenzó á delirar como sus compañeros y sucumbió.

La colosal energía contractil que desplegara se concentró en su cerebro, haciéndole delirar. La fiebre reprodújole los mismos peligros de que ya parecía libre, y vio los puñales corriendo tras . Imaginose que corría con sobrehumana presteza, sin poder apartarse de los ensangrentados aceros; imaginose que subía a los tejados, seguido tan cerca por los sicarios que sentía su abrasador aliento.