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Actualizado: 7 de julio de 2025
Ordenar y delirar son conceptos que se excluyen, excepto en la cabeza de los músicos, donde toda confusión tiene su natural asiento.
Vamos á ver dijo Paz, entrando en la habitación. Empieza á delirar dijo Salomé, entrando también con Clara. Lázaro subió pensando en aquel nuevo misterio de la mujer santa. #La Fontanilla.# No encontró á su tío, que aquel día no había parecido por la casa.
No hay duda dijo Lázaro para sí. Esta mujer tiene mucha fiebre; ya empieza á delirar. Y entonces la mujer mística andaba tan á prisa, que bien pronto alcanzaron á las dos ruinas mayores. Mas pronto hubo de moderarse su ímpetu, y tan despacio iba, que tardó mucho para avanzar veinte pasos.
Una cosa es protegerle y otra llevárnosle a casa. Aunque yo quisiera darte ese gusto, falta que mi padre lo consintiera. Tus buenos sentimientos te hacen delirar, ¿verdad, Benigna? Yo le he dicho que a las personas muy buenas, muy buenas, es menester atarlas algunas veces. Esta es un ángel, y los ángeles caen en la tontería de creer que el mundo es el cielo.
La lamparilla no quería arder, su resplandor vacilante luchaba contra las sombras que bailaban sin interrupción en la cama y en las paredes. Frente a mí pendía la corona de yedra, negra y puntuosa; parecía una corona de espinas. Eran más o menos las diez, cuando Marta se puso a delirar.
Una sombra de espanto pasó por la mente de Jacobo: el infeliz creyó que la locura venía de nuevo á asaltar su mente. Bajó la voz y dijo con terror: ¡Cristián! ¿Estás seguro de no delirar? Tengo miedo por mi razón en algunos momentos. Los testigos, los jueces, todo el mundo ha estado de acuerdo.
Ocupada ya Gelarda de la melancolía, empieza á delirar, y dice que ve á Jesu-Christo en el Huerto sudando sangre, ú vé á la Virgen Santísima, que se le aparece en su gloriosa Asuncion, y le dice estas, ú las otras cosas; y si la fantasía está muy caliente, tal vez dice que le da coplas y redondillas para que las cante.
Con angustiosas convulsiones lo arrojaba todo fuera y se contenía el delirar, y ¡sentía un alivio...! Su mamá había saltado del lecho para acudir a socorrerla. Isabelita oía claramente, ya despierta, la cariñosa voz que le decía: «Ya pasó, alma mía; eso no es nada».
Son rimas nuevas algunos cantos de Darío y en ciertas arias de Jiménez, que sedujeron a América, toda la Sevilla becqueriana está con sus divinos suspirantes y la guitarra de luto. En tales libros han aprendido a amar y a delirar nuestras mujeres. Por ellos son abnegadas víctimas del cruel amor e incomparables amantes. Son Elviras y no han cesado de ser Julietas.
Palabra del Dia
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