United States or Taiwan ? Vote for the TOP Country of the Week !


GALLINA GUISADA. Limpia y cortada en trozos, se pone con bastante tocino cortado en lonjas muy finas, aceite, cebolla, sal, tomillo, laurel, pimienta, ajo, un poco de vino, otro poco de coñac, cubriendo con todo la gallina; tápese muy bien, dejándola cocer a fuego muy lento unas tres horas; antes de servirla se pasa la salsa y se le agrega un poco de tomate.

PATROS. Señor, muchas gracias. CUESTA. Con esto te digo que espero de ti un favor. PATROS. Usted dirá, Don Leonardo. Verás... PATROS. ¿No pone coñac? Si viene sofocado, el agua sola puede hacerle daño. CUESTA. : pon un poquito... Pues quisiera yo... no vayas a tomarlo a mala parte... quisiera yo hablar un ratito a solas con la señorita Electra.

Su cofia alba, cuyas cintas estaban sólidamente atadas bajo su carnosa barba, se inclinaba un poco sobre la oreja izquierda, y su rudo y áspero rostro de viejo dragón, de facciones ligeramente hinchadas como se ve en las mujeres de edad que beben de buen grado un trago de coñac en la copa de sus maridos, brillaba lleno de energía y de decisión en su marco de encajes.

ENVUELTAS DE PECHUGAS. Se pican pechugas de pollos asados, champiñons y trufas; se hace una pasta de hojaldre fino; se extiende bien con el rollo; se ponen en forma de pastelillos rellenos de picadillo, y se fríen en manteca muy caliente. MANZANAS FRITAS. Después de peladas las manzanas, se cortan a rodajas, aprovechando el redondo, sin el corazón, y se ponen con azúcar y coñac unas diez horas.

Imaginándose lo que iba a pasar, la turbación del infiel, el perdón suyo, y mil cosas y pormenores novelescos que barruntaba, producíase en su alma un goce semejante al del artista que crea o compone, y también un poco de venganza, tal y como en alma tan noble podía producirse esta pasión. ii Cuando fue al cuarto del Delfín, Barbarita le hacía tomar a este un tazón de con coñac.

Pero Gallardo y don José, que fumaban al otro lado de la mesa, con la copa de coñac al alcance de la mano, tenían ganas de hacer hablar al Nacional para reírse de sus ideas, y le azuzaban insultando a don Joselito: un embustero que trastornaba a los ignorantes como él.

Tengamos misericordia y consolemos al triste». Diciendo esto sacó un cortadillo y se preparó a escanciar corta porción del precioso licor, el cual era un coñac muy bueno que solía usar para combatir sus rebeldes dispepsias. Luego cayó en la cuenta de que antes debía comerse Mauricia el plato de menestra. La presa lo comprendió así, apresurándose a devorar la cena para abreviar.

Lorenzo y Ricardo escuchaban a Melchor como reos ante una acusación irreducible, mientras Baldomero pensaba que su presencia era inconveniente en aquel momento, en que comprendía instintivamente que Melchor desempeñaba una función trascendental. Bueno, don Melchor, voy a dejarlos. ¿Ya se va, Baldomero? ¿no quiere una copita de coñac? Gracias, don Melchor, no tomo. ¡Tome!

Después de los postres, don Guillén se sirvió una copita de coñac y fustigó la conversación hasta ponerla en un aire de alacridad y humorismo. Era un hombre tan ingenioso como inteligente. Al despedirnos me dijo: Estos días no asistiré a la mesa redonda. ¿Quiere usted que comamos juntos, aquí, en mi cuarto? Lo que le va a envidiar a usted doña Emerenciana....

Llévatelo. Tengo yo vino algo mejor. Y torciendo la cabeza hacia mi lado: ¿Qué mira usted, el marco? Es un relicario del siglo XV, una joya. No; miraba el retrato. Es una hermana mía que desapareció. ¿Que desapareció? Que se perdió en la sombra. ¡Ah! Se murió... indiqué de manera dubitativa, empujándole a que se clarease. Hace algunos años. Y después de una pausa: Tomará usted una copita de coñac.