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HUEVOS A LA MARINERA. Se cortan en ruedas los huevos duros y se ponen sobre un plato; se hace una salsa de tomate y se mezcla con perejil, vino blanco y champiñons picados y cocidos; esta salsa se vierte sobre las rodajas de huevo, y se sirve.

El viejo héroe me apretó un momento contra su pecho y me condujo luego, según los usos chinos, al baño de la hospitalidad, una vasta pila de porcelana, donde entre rodajas finas de limón sobrenadaban esponjas blancas despidiendo un fuerte olor a lilas.

La fuente tenía una orla de rodajas de huevo cocido, y sobre la capa amarillenta que cubría el apetitoso animal, tres filas de aceitunas y alcaparras marcaban el contorno del lomo y la espina. Don Juan miraba, con la pala de plata en la mano. ¡Vive Dios, que le remordía la conciencia destrozar aquella obra de arte!

PECHO DE CARNERO ASADO. Córtese en pedazos largos, pónganse en una cacerola pedazos de tocino, añadiendo lonjas de jamón; los pedazos de pecho por encima, cubriéndolos con tocino, zanahorias cortadas en rodajas, cebollas cortadas, laurel, tomillo y una cantidad regular de caldo; se deja hervir lentamente unas tres horas con fuego por encima y por debajo; se escurre y coloca en la fuente con espinacas, acederas o achicorias en medio.

En una sartén con aceite fino se fríen unos dientes de ajo, que se tiran después de fritos, se añade unos cuadraditos de tocino y rodajas de chorizo extremeño, y cuando está todo refrito y después de haber reposado las migas, se echan a la sartén, salteándolas, sin dejar de removerlas, hasta que estén sueltas, pero no secas; el fuego ha de ser lento.

A la mañana siguiente, el sanitario le esperaba en el mismo sitio con una servilleta llena. ¡Barbudo servicial y bueno!... Le ofreció una moneda de oro. Nein contestó estirando su boca con una sonrisa maliciosa. Dos rodajas brillantes aparecieron en los dedos de don Marcelo.

El coronel se sentaba con mucha seriedad y sacaba del bolsillo un gran rábano negro; después la joven señorita que lo acompañaba, con todas las trazas de una alemana, de falda corta, chal de cenefa y sombrerito de viaje, cortaba ese rábano en rodajas muy finas, al estilo de la tierra, las espolvoreaba de sal, se las ofrecía a su tío, como ella le llamaba con su vocecita de ratón, y los dos empezaban a rumiar uno frente a otro, tranquila y sencillamente, sin suponer que su manera de conducirse en París pudiera parecer a nadie ridícula, puesto que no hacían ni más ni menos que lo que habían hecho en Munich.

Y, dentro de poco, en vez de pesetas, los hombres utilizarán para sus transacciones patatas, chorizos, rodajas de salchichón y cigarrillos de cincuenta. En cierta avenida del Retiro hay un grupo escultórico dedicado a D. Ramón de Campoamor. El público, generalmente, lo contempla con admiración, y esto es muy lógico. ¿Para qué son los monumentos más que para admirarlos?

Con azúcar, canela, harina y un poquito de cerveza se hace una pasta bastante espesa, se envuelven bien las rodajas en esta pasta y se fríen en manteca de vaca muy caliente, echándoles también por encima para que levanten. POLLO CON TOMATE. En una cacerola con manteca de cerdo muy caliente, se echa el pollo a trozos, y sazonado con sal se tapa bien, dejándole cocer en su jugo.

Me explicó cómo se la amputaron, a consecuencia de haberle destrozado el pie una barrica, y no supe si horrorizarme o reírme cuando contaba que al operarle, como el muñón que le quedaba se le gangrenaba, le tuvieron que cortar la pierna dos o tres veces en rodajas, como si fuera una merluza. Al día siguiente, en la relojería, me enteré de la vida del torrero y de su gran odio.